lunes, 14 de febrero de 2022

Un Amor de Leyenda : Wallada e Ibn Zaydun

Febrero es el mes que tradicionalmente se vincula con el amor, y es que el 14 de febrerodía de San Valentín, es el escogido para celebrar el día de los enamorados.

Es por este motivo, por el que he decidido hablaros de la historia de amor pasional entre la bella princesa Omeya Wallada y el apuesto poeta Ibn Zaydun, que transcurre en Córdoba, capital de Al-Andalus, después de la caída del Califato (1031).

El padre de Wallada, Abderramán Obaidallah al Mustafkí, fue uno de los muchos califas que durante la "fitna" (guerra civil) llegaron al trono cordobés por medio del asesinato. Su reinado duró sólo siete semanas. Dos años después fue asesinado en Uclés.

Tras la muerte de su padre, vendió sus derechos reales. Wallada con apenas 17 años, adquiere la independencia y opta por un modo de vida inusual, de absoluta despreocupación por los convencionalismos sociales. Prescindió de la tutela masculina y abrió un salón literario en Córdoba.

Su adolescencia transcurrió paralela a la agonía del Califato. La hermosa princesa dio muestras de su carácter fuerte, cuando decidió no llevar velo, gozó de una libertad inusual para una mujer. Se mezclaba en las tertulias poéticas con los intelectuales, dando amplias muestras de su valía como poetisa. Este comportamiento llamó la atención. No dejaba a nadie indiferente. La hermosa Wallada contaba con admiradores y detractores, mientras que el pueblo llano, improvisaban canciones y coplas sobre la princesa. Alcanzó una alta posición y heredó de su padre riquezas suficientes para ser una mujer independiente. Para entonces, se había convertido ya en una prolífera poetisa, que competía con poetas y literatos.


En aquella hermosa casa, con varias estancias abiertas al patio central, enseñaba a leer, escribir, recitar y demás materias básicas a las hijas de las familias ricas e iniciaba a las esclavas en el arte de la poesía y el canto. Con el tiempo. el salón literario, se convirtió en un lugar obligado de reunión para los intelectuales. estos discutían acerca de los vaivenes de Al-Ándalus, la destrucción de Medina Azahara o comentaban acerca del califa de turno. Ella hacia especial hincapié en el desarrollo de la poesía, más que en temática política. De esta manera, Wallada organizaba sesiones poéticas, donde se improvisaban versos y estrofas llenas de color, ritmo y descripciones, en un ambiente distendido envuelto en almohadones de seda, copas de vino, el suave sonido del laúd y la sutil fragancia a almizcle.

Wallada se convirtió de esta forma en la mujer más culta, famosa y escandalosa de Córdoba. Se paseaba sin velo por la calle y, a la moda de los harenes de Bagdad, lleva versos suyos bordados en la orla de su vestido o en túnicas transparentes. Los de lado izquierdo decían:

Por Alá, que merezco cualquier grandeza
y sigo con orgullo mi camino.

En el lado derecho lleva bordado:

Doy gustosa a mi amante mi mejilla
y doy mis besos a quien los quiera.

Wallada era, además, de una belleza apabullante: hermosa figura, tez blanca, ojos azules, rubia pelirroja… el ideal de la época



Cuando tenía 20 años, conoció al hombre que marcó para siempre su vida: Ibn Zaydun, un noble de excelente posición, con gran influencia política y el intelectual más elegante y atractivo del momento. Se conocieron en una fiesta poética, jugando a completarse poemas según la costumbre poética de entonces, e iniciaron una historia amorosa llena de pasión, celos, encuentros y desencuentros. La relación se rompió por una infidelidad de Ben Zaydun que Wallada nunca perdonó. Se hizo amante del hombre más poderoso de Córdoba, el visir Ben Abdús, rival político y enemigo personal de Ben Zaydun, al que privó de sus bienes y acabó metiendo en la cárcel.

La leyenda dice que Ibn Zaydun nunca olvidó a su amada y que recorría Córdoba, errante y ojeroso, enfermo de amor, implorando un perdón que nunca le fue concedido. Entretanto, Wallada recorrió toda la España de los reinos de taifa exhibiendo su talento, pero mantuvo su relación con Ben Abdús, aunque sin casarse con él.

En torno a esta relación giran ocho de los nueve poemas que de ella se conservan, como una cronología exacta de aquella historia de amor fracasada. De sus poemas, que fueron misivas entre los dos amantes, se conservan dos de celos, añoranza y deseos de reencuentro; un tercero, de decepción, dolor y reproche; cinco sátiras —género que dominaba a la perfección— escritas en términos durísimos y uno más, alusivo a su libertad e independencia, que era el que llevaba bordado sobre su ropa.

Wallada murió el 26 de marzo de 1091, el mismo día que los almorávides entraron en Córdoba.

Wallada escribía estos versos dedicados a Ibn Zaydun: 

Cuando caiga la tarde, espera mi visita,
pues veo que la noche es quien mejor encubre los secretos;
siento un amor por ti que si los astros lo sintiesen
no brillaría el sol,
ni la luna saldría, y las estrellas
no emprenderían su viaje nocturno.

Ibn Zaydun contestaba:

                                    "Tu amor me ha hecho célebre entre la gente

                                     por ti se preocupa mi corazón y pensamiento,

                                   cuando tú te ausentas, nadie puede consolarme

                                   y cuando llegas, todo el mundo está presente"

 

                                           "Si he perdido el placer de verte,

                                           me contentaré oyendo hablar de ti.

                                           Si el guardián se descuida,

                                          Me contentaré con un breve saludo.

                                       Temo que los censores sospechen, pero

                                               ¿Hay plazo en el amor?"

Ibn Zaydun describía a Wallada así:

Aquella muchacha de ojos bellos,

de fragancia deliciosa,

de aliento perfumado, de aroma penetrante.

Me tendió su fina mano, y comprendí

que era hermosa mujer de mirada seductora.

Por su talle corre fresca sabia juvenil;

Ungida está de almizcle por su muy clara virtud.

Cuando me ofrece jazmines en la palma de su mano

recojo estrellas brillantes de la mano de la luna.

 

Tiene carácter dulce,

talle perfecto

y una gracia como el aroma

o la euforia del vino.

Me ofrece solaz su charla

Tan deleitosa

Como la unión amorosa

lograda tras la ausencia.

Cuando Ibn Zaydun debía ausentarse de Córdoba por actividades políticas, Wallada lo extrañaba y sintiendo su ausencia escribía:

"¿Acaso hay para nosotros,

después de esta separación, una salida;

puede quejarse cada uno de nosotros

de lo que ha sufrido?

Pernoctaba yo en los tiempos

de nuestras visitas mutuas durante el invierno

sobre las brazas crepitantes por la pasión.

¿Cómo, pues, estando en la situación de este abandono,

ha apresurado el destino lo que yo temía?

Giran las noches y no veo el fin.

De nuestro distanciamiento,

ni la paciencia me libra

de la esclavitud de mi anhelo.

Riegue dios la tierra donde estés

con toda clase de lluvias copiosas".

Ibn Zaydun, por su parte le escribía:

"Cuando tú te uniste a mí

como se une el amor al corazón,

y te fundiste conmigo

como el alma se funde con el cuerpo,

enfureció a los detractores

el lugar que yo ocupaba en tí:

en el corazón de todo rival

arde la llama de la envidia".


En 1971, se inauguró en Córdoba el conocido como monumento de las manos  situado en el Campo Santo de los Mártires, en honor a la historia de amor entre el poeta y la poetisa. Se trata de un templete sustentado por cuatro columnas sin basa coronadas por un tejado a cuatro aguas al abrigo del cual se encuentra el pedestal con las manos entrelazadas de ambos. En dicho pedestal están grabadas dos poemas de cada poeta en castellano y en árabe.

 Wallada

 

“Tengo celos de mis ojos, de mi toda,

de ti mismo, de tu tiempo y lugar.

aun grabado tú en mis pupilas,

Mis celos nunca cesarán”


 Ibn Zaydun


“Tu amor me ha hecho célebre entre la gente.

Por ti se preocupan mi corazón y mi pensamiento.

Cuando tú te ausentas nadie puede consolarme.

Y cuando llegas todo el mundo está presente.”



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