La propuesta de esta semana viene de la mano de nuestra compañera Sonia Cardona, profesora de Latín.
El amoR y Roma tienen una relación tan estrecha que las
palabras que designan a la ciudad eterna y al sentimiento que comparte la
vocación de convertirse en imperecedero son palíndromos mutuos. Dependiendo del
orden en que las leamos, el resultado será una o la otra.
Entre el 13 y el 15 de febrero, se celebraba en
la antigua Roma unas fiestas muy famosas llamadas las Lupercales que tenían como
objetivo propiciar la fertilidad de la tierra, los animales y el hombre, acercándose
a la hermosa estación primaveral cuando la naturaleza despierta de los rigores
del invierno. Las Lupercales evolucionaron de alguna manera hacia la celebración del Día
de los Enamorados que como ya sabréis se celebra el 14 de
febrero.
Para celebrar el amor, la vida
y la llegada de la primavera, hemos elegido un poema de Catulo, el poeta enamorado y desenfadado.
CATULO nació en Verona, en el año 87 a.d.C. y
vivió en la Roma del fin de la República. Era aquella la Roma de las conjuras,
de las damas bellas, de las fortunas inmensas, de los asesinatos políticos, de
las batallas verbales en el foro. Su obra abarca 116 poemas de variados temas.
Pero sobre todo Catulo será siempre un poeta vivo por sus versos apasionados
por Lesbia, su
amante, que todavía hacen emocionarse al lector. Sus versos escuecen y queman.
Los poetas antiguos no son tan lejanos que nada puedan decirnos.
V. Besos para Catulo
Vivamos, Lesbia mía, y amemos:
los rumores severos de los viejos
que no valgan ni un duro todos juntos.
Se pone y sale el sol, mas a nosotros,
apenas se nos pone la luz breve,
sola noche sin fin dormir nos toca.
Pero dame mil besos, luego ciento,
después mil otra vez, de nuevo ciento,
luego otros mil aún, y luego ciento.
Después, cuando sumemos muchos miles,
confundamos la cuenta hasta perderla,
que hechizarnos no pueda el envidioso
al saber el total de nuestros besos.
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