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martes, 21 de septiembre de 2021

El otoño está llegando...




Ya ha comenzado la cuenta atrás para que finalice el mes de septiembre. Con él, el verano se despide para dar paso a una nueva estación: el otoño, periodo en el que el viento y la caída de las hojas inundan las calles de tonos marrones y dorados.

              Pero, ¿Cuándo empieza exactamente el otoño en España?

El otoño 2021 se inaugurará este miércoles 22 de septiembre a las 21.21 horas en la península, según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional. Así, esta estación durará 89 días y 20 horas, y finalizará el 21 de diciembre con la llegada del invierno.

Para dar la bienvenida al otoño os dejo Diez poemas de otoño
  1. Otoño, de Mario Benedetti: Publicado en 2002 en el tomo Insomnios y duermevelas, se nos presenta como un bello canto a la vida frente al pesar de las vicisitudes intrínsecas, como no podría ser menos viniendo del mágico uruguayo.
  2. Mariposa de otoño, de Pablo Neruda: “Hoy una mano de congoja llena de otoño el horizonte y hasta de mi alma caen hojas”, ululaba la mariposa protagonista de este genial trabajo firmado por el poeta chileno, presentándose como un crudo testimonio del pasar del tiempo.
  3. Amanecer de otoño, de Antonio Machado: Dedicado a Julio Romero de Torres e incluido en la magna obra Campos de Castilla, Machado nos describe la mística belleza del paisaje otoñal español, fruto de virtudes y sempiternos defectos.
  4. Otoño, de Juan Ramón Jiménez“Qué noble paz en este alejamiento de todo: oh prado bello que deshojas tus flores”, confesaba el poeta andaluz. Otra magistral pincelada en el gran lienzo de octubre, empapado por el sentimiento de aislamiento y reclusión espiritual, ese bendito beatus ille que rodeó a Juan Ramón durante su vida.

  5. Otro otoño triste, de Miguel Hernández: La tristeza por la pérdida de la juventud, junto con la locura propia del amor no correspondido y el miedo a la muerte marcan este testimonio de añoranza por las alegrías pasadas, el calor reconfortante predilecto para el cuerpo y la mente.
  6. Melancolía, de Manuel Machado“Me siento, a veces, triste como una tarde del otoño viejo” Podría ser una misiva usual por estas fechas. Suspiros y miradas de soslayo soberbiamente descritos en estos versos del modernista poeta hispalense. Sentimientos cohibidos, tristezas expresadas a media voz.
  7. El otoño se acerca, de Ángel González: Una de las voces más notables de la Generación de medio siglo nos cautiva con esta descripción de las primeras impresiones del fin de septiembre. Las hojas caen y las cigarras preconizan la muerte del ángel; silencio perpetuo.
  8. El señor otoño, de María Elena Walsh: En un tono más animado, y adaptado a un público más infantil, tenemos estos preciosos cuartetos que, de una forma entrañable, nos presentan la metáfora otoñal, ataviada con guantes y sombrero, de la mano de la Gloria Fuertes.
  9. Rosa de otoño, de Leopoldo Lugones: Una fugaz escena, escuetos toques impresionistas; así podría describirse esta escena obra de una de las mentes más prodigiosas de Argentina. El amor; nuestros sueños, como la rosa, con la honda calma que la tarde vierte, pasa el deshojamiento de la rosa por las manos tranquilas de la muerte.
  10. Las sombras del verano, de Felipe Benítez Reyes:  Una honda prosa, un laberinto de ideas que narra la fragilidad y los quiebros de la vida.(Fuente:Le miau noir)


miércoles, 2 de junio de 2021

La base conceptista: Don Francisco de Quevedo



Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580- Villanueva de los Infantes, 1645) fue uno de los escritores más relevantes de nuestro barroco, un gran escritor que manejaba de forma magistral el idioma castellano y un hombre de profundos contrastes.
 Fue en su época poeta conocidísimo desde muy joven. Sin embargo, no llegó a ver publicadas sus obras poéticas en vida, aunque muchas de ellas circularon de forma manuscrita. En 1648, su amigo González de Salas publicó buena parte de ellas en El Parnaso español. Un sobrino del escritor publicó en 1670 otra parte de sus textos poéticos, pero también con alteraciones diversas. Todo ello hace que la poesía de Quevedo haya llegado  hasta hoy con numerosos problemas textuales.
De carácter atormentado, ofrece en su obra el doble plano de las vertientes más contrarias: mundo real y ficción ideal, lo bello con lo vulgar, mostrando con hondura y profundidad el pensamiento del siglo XVII. En él se mezclan el pesimismo filosófico, el escepticismo amoroso y la negra visión de un español desilusionado.

                       ¡Fue sueño ayer; mañana será tierra!

                       ¡Poco antes, nada; y poco después, humo!

 
 
Si quieres conocer más sobre este autor y su obra entra en Fundación Francisco de Quevedo. 

La abundantísima obra poética de Quevedo (unas mil composiciones) suele agruparse atendiendo a sus temas: poemas filosóficos, morales, religiosos, amorosos, satírico-burlescos y de circunstancias.
          
                   Poemas amorosos
 
Siguiendo la línea de los poetas renacentistas (Boscán, Garcilaso, Herrera ), Quevedo retoma en su poesía amorosa los elementos de la tradición petrarquista: la amada inalcanzable, el sentimiento inquebrantable hacia ella, la silenciosa queja del amante herido de amor, etc., pero adapta estos tópicos a la perspectiva de su propia época con vetas de sombría y,  a la vez, apasionada expresión del afecto. En esta perspectiva, dominada por la presencia constante de la muerte, el amor se muestra como una fuerza que permanece más allá del final de todas las cosas.
El amor, en Quevedo, se presenta de una forma contradictoria: por un lado vence la angustia del tiempo que transcurre inexorablemente, pues perdura más allá de la muerte. Pero, por otra parte, este sentimiento está dirigido a un ideal inalcanzable y, por tanto, es una frustración más. Como otros poetas barrocos, define el amor como un conjunto irreconciliable de elementos contrarios:


   
               Poesía satírica y burlesca: 

 Quevedo abordó la sátira social en diversas composiciones (sonetos, romances y letrillas). Sus mordaces ataques se dirigen a médicos ( a los que consideraba unos "matasanos"), viejas que con cosméticos aparentan ser jóvenes, boticarios, pasteleros... Para todos tiene una crítica burlona y satírica.


 En este poema critica a las mujeres cuyo aspecto externo es pura apariencia. Aquí, la llamada Filena queda “desrealizada”: todo en ella es postizo.
                        

También Quevedo se burlará de los mitos clásicos, parodiando el famoso mito de Apolo y Dafne que el caballero Garcilaso de la Vega nos ofreciera con sus versos suaves y armónicos:  "A Dafne ya los brazos le crecían".

Aquí podéis oír el soneto “A Apolo persiguiendo a Dafne”, donde Quevedo ha convertido a la ninfa en una prostituta y a Apolo en su cliente.

 A Apolo persiguiendo a Dafne

  Otro poema de tono paródico muy conocido de Quevedo es la letrilla "Poderoso caballero es don dinero", un poema en el que el autor juega con la ironía y los dobles sentidos, un tema que ya trató el Arcipreste de Hita y que sigue teniendo plena vigencia en los tiempos actuales. Escuchad con atención la letra del poema en la versión musical de Paco Ibáñez:


     
           Poemas metafísicos y morales

  Se trata de composiciones de tema moral, filosófico y religioso, de tono grave, que ofrecen una visión pesimista de la vida, entendida como camino hacia la muerte. El poeta se muestra constantemente preocupado por la fugacidad del tiempo y desengañado por lo vanas que resultan ser todas las cosas, destinadas irremediablemente a desaparecer.
 El pesimismo en Quevedo se centra en la angustia por envejecer y por morir, la amargura por el rápido paso del tiempo. Escribió Quevedo en una carta: “Hoy cuento yo cincuenta y dos años, y en ellos cuento otros tantos entierros míos. Mi infancia murió irrevocablemente; murió mi niñez, murió mi mocedad; ya también falleció mi edad varonil. Pero ¿cómo llamo vida a una vejez que es sepulcro, donde yo mismo soy entierro de cinco difuntos que he vivido?”



 Actividades para leer a Quevedo: las ha realizado el profesor César López Llera e incluyen actividades sobre su poesía y sobre su prosa.

martes, 1 de junio de 2021

¿Eres fans de nuestro Don Luis de Góngora y Argote?

Góngora es el único autor importante de su tiempo cuya obra está fechada pieza por pieza, con rara precisión, lo que nos invita a leerla cronológicamente, siguiendo los vaivenes de su biografía que expresan toda una filosofía de la vida.

Empezamos con la presentación que el autor de Don Quijote, en el Viaje del Parnaso nos muestra:
Estotro que sus versos encarama
sobre los mismos hombros de Calisto,
tan celebrado siempre de la fama,
es aquel agradable, aquel bienquisto,
aquel agudo, aquel sonoro y grave
sobre cuantos poetas Febo ha visto; 
aquel que tiene de escribir la llave
con gracia y agudeza en tanto extremo,
que su igual en el orbe no se sabe:
es don Luis de Góngora, a quien temo
agraviar en mis cortas alabanzas,
aunque las suba al grado más supremo.
Sabemos que nació un jueves 11 de julio de 1561 y vivió sus primeros años en la llamada Casa de las Pavas, propiedad de su tío Francisco de Góngora. Precisamente por petición de ese tío suyo, el apellido materno (Góngora) se antepuso al paterno (Argote).
¿Cómo era físicamente Don Luis? El mismo se describe en este Romance:
 
 Hanme dicho, hermanas,
que tenéis cosquillas
de ver al que hizo
a Hermana Marica.
Porque no mováis,
él mismo os envía
de su misma mano
su persona misma:
digo su aguileña
filomocosía,
ya que no pintada,
al menos escrita;
y su condición,
que es tan peregrina
como cuantas vienen
de Francia a Galicia.
Cuanto a lo primero,
es su señoría
un bendito zote
de muy buena vida,
que come a las diez
y cena de día,
que duerme en mollido
y bebe con guindas;
en los años mozo,
viejo en las desdichas,
abierto de sienes,
cerrado de encías;
no es grande de cuerpo,
pero bien podría
de cualquier higuera
alcanzaros higas;
la cabeza al uso,
muy bien repartida,
el cogote atrás,
la corona encima;
la frente espaciosa,
escombrada y limpia,
aunque con rincones,
cual plaza de villa;
las cejas en arco,
como ballestillas
de sangrar a aquellos
que con el pie firman;
los ojos son grandes,
y mayor la vista,
pues conoce un galgo
entre cien gallinas;
la nariz es corva,
tal, que bien podría
servir de alquitara
en una botica;
la boca no es buena,
pero a mediodía,
le da ella más gusto
que la de su ninfa;
la barba, ni corta
ni mucho crecida,
porque así se ahorran
cuellos de camisa
.................................. cuellos de camisa; 

Estudió Leyes en Salamanca y allí parece que se inició en las tareas poéticas al tiempo que llevaba una vida alegre y desahogada. De vuelta a Córdoba, comienza su carrera dentro de la Iglesia, propiciada por la herencia de unos beneficios eclesiásticos de un tío suyo. No obstante, su vida sigue siendo un tanto disipada y continúa con sus aficiones literarias. Tras una denuncia del arzobispado, se recata, aunque no renuncia a sus actividades literarias. Viaja mucho en misiones encomendadas por el cabildo. Sus poemas empiezan a granjearle cierta fama y cuando se instala en Madrid en 1617, es ya considerado el mejor poeta de su tiempo. Sin embargo, su vida en la corte no le resulta fácil, aunque haya obtenido el cargo de capellán real. Mueren sus poderosos protectores y sus pretensiones cortesanas se ven frustradas. Amante de la vida lujosa y muy aficionado al juego, se ve acosado por las deudas. Ya enfermo, regresa a Córdoba, donde muere en 1627.




Lope de Vega compuso a la muerte e inmortalidad de don Luís este soneto:
Despierta, oh Betis, la dormida plata,
y coronado de ciprés, inunda
la docta patria, en Sénecas fecunda,
todo el cristal en lágrimas desata. 

Repite soledades, y dilata,
por campos de dolor, vena profunda,
única luz, que no dejó segunda;
al Polifemo ingenio Atropos mata.
 

Góngora ya la parte restituye
mortal al tiempo, ya la culta lira
en cláusula final la voz incluye.

Ya muere y vive; que esta sacra pira
tan inmortal honor le constituye,
que nace fénix donde cisne expira.
SU OBRA 

Góngora es exclusivamente un poeta lírico, excepción hecha de la composición de dos comedias: El doctor Carlino (inconclusa) y Las firmezas de Isabela, obras en las que se aparta del modelo del teatro de Lope de Vega. Se conserva también más de un centenar de cartas, casi todas de la época madrileña, que contienen interesantes datos biográficos y algunos juicios literarios.
La obra lírica de Góngora circuló de forma oral y manuscrita durante su vida. Sus versos se editaron póstumamente, algunas ediciones con comentarios eruditos, como si se tratara de un clásico. Se conserva además un lujoso manuscrito donde se pueden leer los poemas de Góngora acompañados de su fecha de composición, lo que permite trazar con bastante seguridad una cronología de sus poemas.
Estos datos cronológicos han permitido descartar la existencia de dos épocas diferentes en la poesía gongorina, la del poeta fácil, sencillo y popular, y la del escritor oscuro y complejo, puesto que los procedimientos expresivos de su poesía más culta se pueden encontrar en textos muy tempranos de Góngora.
Sin embargo, desde 1609, su intención explícita es la de crear un nuevo lenguaje poético mediante la acumulación e intensificación de recursos retóricos utilizados anteriormente y el uso de otros nuevos. Va a ser a partir de esta voluntad de forjar una nueva poesía cuando componga sus obras mayores: Fábula de Polifemo y Galatea (1612), Soledades (1613-4) y Fábula de Píramo y Tisbe (1618). El resto de su producción poética consta de más de doscientos romances y letrillas al modo popular, unos dos centenares de sonetos, algunas composiciones diversas y un poema inconcluso en octavas reales, el Panegírico al duque de Lerma (1617).

                La poesía de arte menor

Los poemas en versos cortos de Góngora fueron ya muy populares en su época y continuaron siéndolo después. Este extenso grupo de poemas no está exento de artificios y dificultades y siempre se nota, pese a la inspiración popular, la mano del poeta culto.
Las letrillas y otras composiciones de arte menor a veces tienen un tono serio y tratan de temas graves, son muy frecuentes los textos de carácter humorístico o satírico, en los que se utilizan chistes, alusiones desvergonzadas, expresiones escatológicas, etc.
Pese a estos rasgos, no se trata de una literatura intrascendente, puesto que en toda esta poesía satírica se critican muchos de los valores establecidos (el amor, los sentimientos caballerescos, el sentimiento patriótico…)
Sus romances son muy notables y con ellos el Romancero nuevo alcanza sus mayores cimas. También en ellos se alterna e incluso se mezcla lo serio y lo burlesco. Tratan de los más diversos temas: caballerescos, moriscos, de cautivos, pastoriles, amorosos, mitológicos, satíricos…
Entre los romances merece especial atención la Fábula de Píramo y Tisbe, larga composición de más de quinientos versos, escrita en 1618, que resume a la perfección los rasgos más sobresalientes de la poesía gongorina: su tendencia al cultismo junto a su gusto por lo popular, la visión burlesca de la realidad y la reflexión seria, el refinamiento exquisito al lado de la expresión chocarrera. Este poema heroico-cómico narra grotescamente un tema mitológico grave y serio. Con ello, el poeta barroco está burlándose, con actitud distanciada de sus propios mitos.

                  La poesía de arte mayor

Los sonetos
Góngora fue un gran sonetista. Sus sonetos normalmente siguen el modelo clásico de cuartetos expositivos y tercetos conclusivos, aunque a veces utiliza fórmulas distintas.
Abordó en ellos variados temas: amorosos, satírico-burlescos, morales mitológicos, de circunstancias, etc.:
1.      Los sonetos amorosos, más frecuentes al principio de su producción, son de hechura petrarquista, muy literarios y estilizados, y carecen de la pasión vital que transmiten los de Lope o Quevedo.
2.      Los sonetos satírico-burlescos prolongan esta vena típica de otros poemas de Góngora. En ellos, sin renunciar a la perfección formal y a los recursos retóricos de la tradición culta, incorpora elementos de la poesía popular y no evita el léxico coloquial e incluso vulgar.
3.      Los sonetos de tema moral reflejan la situación vital del poeta y, en tono serio o burlón, expresan sus inquietudes, sobre todo los escritos en su última estancia en Madrid, en los que es manifiesto su desengaño, y que entroncarían con el tópico clásico del “menosprecio de corte”
Fábula de Polifemo y Galatea. Soledades.
Con estos dos grandes poemas lleva Góngora a su culminación el estilo culterano. En ellos, las dificultades se acumulan de tal forma que sólo resultan comprensibles para un lector extremadamente culto. Son concebidos como un reto a la inteligencia. Por eso, concitaron desde el primer momento la adhesión o el rechazo absolutos.
La Fábula de Polifemo y Galatea, escrita en octavas reales, se basa en un tema mitológico de tradición clásica: el gigante de un solo ojo Polifemo, enamorado de la ninfa Galatea, enfurece de celos al conocer los amores entre la ninfa y el pastor Acis y arroja un peñasco sobre su rival, que queda convertido en río. Es un poema lleno de imágenes, metáforas, hipérbatos de un gran barroquismo y belleza formal en donde el cordobés demuestra su mejor arte culterano. Apreciad el contraste descriptivo entre la ninfa y el cíclope:
Descripción de Polifemo

(...)Un monte era de miembros eminente
Este que —de Neptuno hijo fiero—
De un ojo ilustra el orbe de su frente,
Émulo casi del mayor lucero;
Cíclope a quien el pino más valiente
Bastón le obedecía tan ligero,
Y al grave peso junco tan delgado,
Que un día era bastón y otro cayado.

Negro el cabello, imitador undoso
De las oscuras aguas del Leteo,
Al viento que lo peina proceloso
Vuela sin orden, pende sin aseo;
Un torrente es su barba, impetuoso
Que —adusto hijo de este Pirineo—
Su pecho inunda— o tarde, o mal, o en vano
Surcada aun de los dedos de su mano (...)
 
Descripción de Galatea

 
(...) Ninfa, de Doris hija, la más bella,
Adora, que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre, y dulce en ella
El terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
Lucientes ojos de su blanca pluma:
Si roca de cristal no es de Neptuno,
Pavón de Venus es, cisne de Juno. 

Purpúreas rosas sobre Galatea
La Alba entre lilios cándidos deshoja:
Duda el Amor cuál más su color sea,
O púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
Émula vana. El ciego dios se enoja,
Y, condenado su esplendor, la deja 

Pender en oro al nácar de su oreja

Góngora compone las Soledades inmediatamente después del Polifemo. La idea original es que las Soledades fueran cuatro, pero finalmente Góngora sólo compuso la primera y parte de la segunda. En total, unos dos mil versos agrupados en silvas. En la primera, un joven náufrago es acogido por unos cabreros que celebran unas bodas. En la Soledad segunda, convive con unos pescadores. En realidad, el argumento no es lo más importante sino el uso de los recursos formales que aportan estilización, sensorialidad, musicalidad, color, brillo y luz. Las Soledades  es una obra de difícil comprensión y en su época suscitó numerosas polémicas entre defensores y detractores.  Os dejo el inicio de su Soledad primera:
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
—Media luna las armas de su frente,
Y el Sol todo los rayos de su pelo—,
Luciente honor del cielo,
En campos de zafiro pace estrellas,
Cuando el que ministrar podía la copa
A Júpiter mejor que el garzón de Ida,
—Náufrago y desdeñado, sobre ausente—,
Lagrimosas de amor dulces querellas
Da al mar; que condolido,
Fue a las ondas, fue al viento
El mísero gemido,
Segundo de Arïón dulce instrumento. 

El magisterio de Góngora dio origen a una escuela poética gongorina o culterana pero su influjo no terminó ahí. En el siglo XX, Dámaso Alonso explicó los versos de la obra para hacerlos más asequibles al público y el estilo metafórico y embellecido del cordobés ha traspasado su propia época, pues generación posteriores de poetas lo han admirado y seguido (como así  lo hicieran los poetas de la Generación del 27)
  
Si pinchas en la imagen podrás visitar la exposición que durante el 2012 se realizó para
la conmemoración del 450 aniversario del nacimiento de Luis de Góngora

http://www.bne.es/es/Micrositios/Exposiciones/Gongora/

Puedes también realizar un paseo gongorino por Córdoba


¡ Al Ataque ! ¡ Batalla de Versos ! Góngora versus Quevedo

La Filóloga Carmen Javaloyes Jiménez publicaba en realidadliteral.com : "El amor, la pasión, el odio... son temas recurrentes de la literatura. Pero pocas veces el enfrentamiento puramente formal se ha llevado a lo personal".  Este es el caso de Góngora y Quevedo.


 Así reaccionaba Quevedo al oírse comparado con Góngora (de la película Alatristre)




Primer asalto. Ataca Quevedo.



CONTRA DON LUIS DE GONGORA Y SU POESIA

Este cíclope, no siciliano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisferio
zona divide en término italiano;

este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;

el minoculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;

éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.

  
Segundo asalto. Ataca Góngora. Góngora se burla  de los pies zambos de Quevedo, que hacían que anduviera cojeando, y de sus gafas, los famosos “quevedos”:



Anacreonte español, no hay quien os tope.
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope

¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día.
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier gregesco luego


Tercer asalto. Ataca Quevedo.



Yo te untaré mis obras con tocino
Porque no me las muerdas, Gongorilla,
Perro de los ingenios de Castilla,
Docto en pullas, cual mozo de camino.

Apenas hombre, sacerdote indino,
Que aprendiste sin christus la cartilla;
Chocarrero de Córdoba y Sevilla,
Y en la Corte, bufón a lo divino.

¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?

No escribas versos más, por vida mía;
Aunque aquesto de escribas se te pega,
Por tener de sayón la rebeldía.


Cuarto asalto. Ataca Góngora.


A don Francisco de Quevedo

Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.

Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina

a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,

que en oro engasta, santa insignia, aloque,
a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.
 

                                                            ( Portal Poesía VersOados 2003-2007)

Aquí el famosísimo soneto A una nariz, dedicado, a Góngora, al que acusaba de ser judío.

 Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.


Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca aariba,
era Ovidio Nasón mas narizado.

Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
 
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz, nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito.

OTRO SONETO DE QUEVEDO CONTRA GÓNGORA Y SU VICIO DE JUGADOR

Contra el mismo (Góngora)
Tantos años, y tantos todo el día,
menos hombre, más Dios, Góngora hermano.
No altar, garito sí; poco cristiano,
mucho tahúr, no clérigo, sí arpía.
Alzar, no a Dios: extraña clerecía.
Misal apenas, naipe cotidiano;
sacar lengua y barato, viejo y vano,
son sus misas, no templo y sacristía.
Los que güelen tu musa  y tus emplastos,
cuando en canas y arrugas te amortajas,
tal epitafio dan a tu locura:
"Yace aquí el capellán del rey de bastos,
que en Córdoba nació, murió en Barajas
y en las Pintas le dieron sepultura.

QUEVEDO ATACA EL ESTILO DE GÓNGORA Y LOS CULTERANOS (HACIA 1613) 
 RECETA PARA HACER SOLEDADES EN UN DÍA 
Quien quisiere ser culto en sólo un día 
la jeri (aprenderá) gonza siguiente: 
fulgores, arrogar, joven, presiente, 
candor, construye, métrica, armonía; 
poco, mucho, si, no, purpuracía,
neutralidad, conculca, erige, mente, 
pulsa, ostenta, librar, adolescente, 
señas, traslada, pira, frustra, harpía. 
Cede, impide, cisuras, petulante, 
palestra, liba, meta, argento, alterna, 
si bien, disuelve, émulo, canoro. 
Use mucho de líquido y de errante, 
su poco de nocturno y de caverna, 
anden listos livor, adunco y poro; 

que ya toda Castilla con sola esta cartilla 
se abrasa de poetas babilones, 
escribiendo sonetos confusiones; 
y en la Mancha pastores y gañanes, 
atestadas de ajos las barrigas, 
hacen ya cultedades como migas.
 


 En este otro soneto, Quevedo ataca la suciedad de los versos de Góngora:

Vuestros coplones, cordobés sonado,
sátira de mis prendas y despojos,
en diversos legajos y manojos,
mis servidores me los han mostrado.
 
Buenos deben de ser, pues han pasado
por tantas manos y por tantos ojos,
aunque mucho me admira en mis enojos
de que cosa tan sucia hayan limpiado.
 
No los tomé porque temí cortarme
por lo sucio, muy más que por lo agudo;
ni los quise leer por no ensuciarme.
 
Y así, ya no me espanta el ver que pudo
entrar en mis mojones a inquietarme
un papel de limpieza tan desnudo

ESTE QUE, EN NEGRA TUMBA, RODEADO
 Poema mortuorio-burlesco de Quevedo tras el fallecimiento de Góngora
(aunque hay quien defiende que se lo compuso en vida)

Este que, en negra tumba, rodeado
de luces, yace muerto y condenado,
vendió el alma y el cuerpo por dinero,
y aun muerto es garitero;
y allí donde le veis, está sin muelas,
pidiendo que le saquen de las velas.
Ordenado de quínolas estaba,
pues desde prima a nona las rezaba;
sacerdote de Venus y de Baco,
caca en los versos y en garito Caco.
La sotana traía
por sota, más que no por clerecía.
Hombre en quien la limpieza fue tan poca
(no tocando a su cepa),
que nunca, que yo sepa,
se le cayó la mierda de la boca.
Éste a la jerigonza quitó el nombre,
pues después que escribió cíclopemente,
la llama jerigóngora la gente.
Clérigo, al fin, de devoción tan brava,
que, en lugar de rezar, brujuleaba;
tan hecho a tablajero el mentecato,
que hasta su salvación metió a barato.
Vivió en la ley del juego,
y murió en la del naipe, loco y ciego;
y porque su talento conociesen,
en lugar de mandar que se dijesen
por él misas rezadas,
mandó que le dijesen las trocadas.
Y si estuviera en penas, imagino,
de su tahúr infame desatino,
si se lo preguntaran,
que deseara más que le sacaran,
cargado de tizones y cadenas,
del naipe, que de penas.
Fuese con Satanás, culto y pelado:
¡mirad si Satanás es desdichado!


Y tú qué opinas ¿Quién es el ganador?

domingo, 22 de noviembre de 2020

Antología Brines, 10 poemas del Premio Cervantes

 Aquí os dejo una decena de sus mejores versos, a tiempo vitalistas y meditativos. 

En el cansancio de la noche...

En el cansancio de la noche,
penetrando la más oscura música,
he recobrado tras mis ojos ciegos
el frágil testimonio de una escena remota.

Olía el mar, y el alba era ladrona
de los cielos; tornaba fantasmales
las luces de la casa.
Los comensales eran jóvenes, y ahítos
y sin sed, en el naufragio del banquete,
buscaban la ebriedad
y el pintado cortejo de alegría. El vino
desbordaba las copas, sonrosaba
la acalorada piel, enrojecía el suelo.
En generoso amor sus pechos desataron
a la furiosa luz, la carne, la palabra,
y no les importaba después no recordar.
Algún puñal fallido buscaba un corazón.

Yo alcé también mi copa, la más leve,
hasta los bordes llena de cenizas:
huesos conjuntos de halcón y ballestero,
y allí bebí, sin sed, dos experiencias muertas.
Mi corazón se serenó, y un inocente niño
me cubrió la cabeza con gorro de demente.

Llegábamos exhaustos, con la carne tirante, algo seca.
Un aire inmóvil, con flecos de humedad,
flotaba en el lugar.
Todo estaba dispuesto.
La niebla, aún más cerrada,
exigía partir. Yo tenía los ojos velados por las lágrimas.
Dispusimos los remos desgastados
y como esclavos, mudos,
empujamos aquellas aguas negras.

Mi madre me miraba, muy fija, desde el barco
en el viaje aquel de todos a la niebla.

Fijé mis ojos lúcidos
en quien supo escoger con tino más certero:
aquel que en un rincón, dando a todo la espalda,
llevó a sus frescos labios
una taza de barro con veneno.
Y brindando a la nada
se apresuró en las sombras.

Palabras a la oscuridad, 1966

Alocución pagana

¿Es que, acaso, estimáis que por creer
en la inmortalidad,
os tendrá que ser dada?
Es obra de la fe, del egoísmo
o la desolación.
Y si existe, no importa no haber creído en ella:
respuestas ignorantes son todas las humanas
si a la muerte interroga.

Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
o grandes monumentos funerarios,
las cálidas plegarias, vuestra esperanza ciega.
O aceptad el vacío que vendrá,
en donde ni siquiera soplará un viento estéril.
Lo que habrá de venir será de todos,
pues no hay merecimiento en el nacer
y nada justifica nuestra muerte.

Aún no, 1971

Sombrío ardor

No como las estrellas, que dan luz,
mas también incontables cual los átomos
que habitan negros en las hondas cuevas,
los encuentros del cuerpo, sin amor,
sólo son actos de tinieblas. Nada
perdura en mí de aquellos miembros, dicha,
fuego, sonrisa. El sombrío ardor
desvaneció su huella en la memoria,
dejó solo un cansancio. Y ahora vuelvo
al encuentro del cuerpo en las tinieblas,
y en el sombrío ardor toco la vida,
espectro lujurioso. Rueda el tiempo
por las sordas paredes de este cuarto,
y siento que la vida se deshace.
Escucho el corazón, y su latido
oscuro nada dice, fuego implora,
mendiga eternidad para la carne.

Merecida la luz nos la destruyen,
¿en dónde está?; mirad con cuánta prisa
hemos llegado al hueco sofocante.

Aún no, 1971

Aquel verano de mi juventud

Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.

Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida.

De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.

Ensayo de una despedida. Poesía 1960-1971 (1974)

El otoño de las rosas

Vives ya en la estación del tiempo rezagado:
 lo has llamado el otoño de las rosas.
 Aspíralas y enciéndete. Y escucha
cuando el cielo se apague, el silencio del mundo.

El otoño de las rosas, 1986

El más hermoso territorio

El ciego deseoso recorre con los dedos
las líneas venturosas que hacen feliz su tacto,
y nada le apresura. El roce se hace lento
en el vigor curvado de unos muslos
que encuentran su unidad en un breve sotillo perfumado.
Allí en la luz oscura de los mirtos
se enreda, palpitante, el ala de un gorrión,
el feliz cuerpo vivo.
O intimidad de un tallo, y una rosa, en el seto,
en el posar cansado de un ocaso apagado.

Del estrecho lugar de la cintura,
reino de siesta y sueño,
o reducido prado
de labios delicados y de dedos ardientes,
por igual, separadas, se desperezan líneas
que ahondan. muy gentiles, el vigor mas dichoso de la edad,
y un pecho dejan alto, simétrico y oscuro.
Son dos sombras rosadas esas tetillas breves
en vasto campo liso,
aguas para beber, o estremecerlas.
y un canalillo cruza, para la sed amiga de la lengua,
este dormido campo, y llega a un breve pozo,
que es infantil sonrisa,
breve dedal del aire.

En esa rectitud de unos hombros potentes y sensibles
se yergue el cuello altivo que serena,
o el recogido cuello que ablanda las caricias,
el tronco del que brota un vivo fuego negro,
la cabeza: y en aire, y perfumada,
una enredada zarza de jazmines sonríe,
y el mundo se hace noche porque habitan aquélla
astros crecidos y anchos, felices y benéficos.
Y brillan, y nos miran, y queremos morir
ebrios de adolescencia.
Hay una brisa negra que aroma los cabellos.

He bajado esta espalda,
que es el más descansado de todos los descensos,
y siendo larga y dura, es de ligera marcha,
pues nos lleva al lugar de las delicias.
En la más suave y fresca de las sedas
se recrea la mano,
este espacio indecible, que se alza tan diáfano,
la hermosa calumniada, el sitio envilecido
por el soez lenguaje.
Inacabable lecho en donde reparamos
la sed de la belleza de la forma,
que es sólo sed de un dios que nos sosiegue.
Rozo con mis mejillas la misma piel del aire,
la dureza del agua, que es frescura,
la solidez del mundo que me tienta.

Y, muy secretas, las laderas llevan
al lugar encendido de la dicha.
Allí el profundo goce que repara el vivir,
la maga realidad que vence al sueño,
experiencia tan ebria
que un sabio dios la condena al olvido.
Conocemos entonces que sólo tiene muerte
la quemada hermosura de la vida.

Y porque estás ausente, eres hoy el deseo
de la tierra que falta al desterrado,
de la vida que el olvidado pierde,
y sólo por engaño la vida está en mi cuerpo,
pues yo sé que mi vida la sepulté en el tuyo.

El otoño de las rosas, 1986

La última costa

Había una barcaza, con personajes torvos,
en la orilla dispuesta. La noche de la tierra,
sepultada.
Y más allá aquel barco, de luces mortecinas,
en donde se apiñaba, con fervor, aunque triste,
un gentío enlutado.
Enfrente, aquella bruma
cerrada bajo un cielo sin firmamento ya.
Y una barca esperando, y otras varadas.

La última costa, 1995

El ángel del poema

                                                              A César Simón

Dentro de la mortaja de esta casa
en esta noche yerma con tanta soledad,
mirando sin nostalgia lo que en mi vida es ido,
lo que no pudo ser,
esta ruina extensa del pasado,
también sin esperanza
en lo que ha de venir aún a flagelarme,
sólo es posible un bien: la aparición del ángel,
sus ojos vivos, no sé de qué color, pero de fuego,
la paralización ante el rostro hermosísimo.
Después oír, saliendo del silencio y en tanta soledad,
su voz sin traducción, que es sólo un fiel entendimiento sin palabras.
Y el ángel hace, cerrándose en mis párpados y cobijado en ellos, su
                aparición postrera:
con su espada de fuego expulsa el mundo hostil, que gira afuera,
                a oscuras.
Y no hay Dios para él, ni para mí.

La última costa, 1995

Donde muere la muerte

Donde muere la muerte,
porque en la vida tiene tan sólo su existencia.
En ese punto oscuro de la nada
que nace en el cerebro,
cuando se acaba el aire que acariciaba el labio,
ahora que la ceniza, como un cielo llagado,
penetra en las costillas con silencio y dolor,
y un pañuelo mojado por las lágrimas se agita
hacia lo negro.
Beso tu carne aún tibia.
Fuera del hospital, como si fuera yo, recogido
en tus brazos,
un niño de pañales mira caer la luz,
sonríe, grita, y ya le hechiza el mundo,
que habrá de abandonarle.
Madre, devuélveme mi beso.

Epitafio romano

«No fui nada, y ahora nada soy.
Pero tú, que aún existes, bebe, goza
de la vida..., y luego ven.»

Eres un buen amigo.
Ya sé que hablas en serio, porque la amable piedra
la dictaste con vida: no es tuyo el privilegio,
ni de nadie,
poder decir si es bueno o malo
llegar ahí.

Quien lea, debe saber que el tuyo
también es mi epitafio. Valgan tópicas frases
por tópicas cenizas.