El mundo de la escena es de natural supersticioso. Hay intérpretes con manías personales muy diferentes -desde quien se santigua antes de pisar la escena hasta quien necesita lavarse los dientes varias veces durante la función-, pero hay una serie de supersticiones y creencias comunes en el mundo de la escena (aunque puedan variar según el lugar y la cultura).
1.
El amarillo, color proscrito
La
primera de nuestras supersticiones del teatro está relacionada con los colores.
Es bien conocido que el amarillo no es el color más
indicado para una obra de teatro. Todo lo contrario, este color está proscrito sobre
el escenario e incluso tampoco está bien visto por los actores más
supersticiosos el hecho de que lo lleve alguien del público.
Pero
la mala suerte que se imputa a este color no es casual. El
origen se remonta a febrero de 1673, cuando el dramaturgo francés Jean-Baptiste
Poquelín, más conocido como Molière, estrenó la obra El
enfermo imaginario vistiendo de amarillo. Cuando estaba a mitad de
su representación se sintió mal y, poco después, murió en su casa.
Desde
entonces se asocia la idea de mala suerte al amarillo hasta tal punto que Óscar
Wilde no pudo estrenar su obra Salomé en Gran
Bretaña hasta varias décadas tras su publicación. ¿La razón? El autor
había planteado una escenografía en unos “terroríficos” tonos
amarillos.
Más
difícil lo tienen los italianos para elegir vestuario porque,
además del amarillo, el color púrpura o morado tampoco tiene
muchos adeptos entre los profesionales de la escena.
En
este caso, el detonante es que en la Edad Media, durante la Cuaresma,
estaban prohibidos los espectáculos y representaciones
teatrales, así que en señal de protesta los actores suelen
negarse a vestir de este color, ya que era el que usaban los sacerdotes por entonces.
De
hecho, aún en la actualidad, hay artistas, como Luciano Pavarotti, que se
han negado a actuar en el Teatro Regio de Turín, ya
que el techo de la sala es de color. El decorador no estuvo muy acertado.
2.
Nada de desear suerte
Si
quieres quedar bien con los artistas, te aconsejamos un “Rómpete una
pierna” o “Mucha mierda”.
En
el siglo XIX, los actores no tenían unos sueldos muy boyantes, así
que gran parte de sus ingresos procedían de las monedas que el público
les arrojaba tras la función, según el grado de satisfacción con la
obra. Como los actores tenían que agacharse a recoger el dinero y
doblar la rodilla, nació la expresión “Rómpete una pierna”.
El
nacimiento de la expresión “Mucha mierda” es parecido. Hace alusión a los excrementos que
dejaban los coches de caballos en los que llegaba el público a
una representación. Así, cuantas más deposiciones había en la puerta del
teatro, más éxito tenía la obra.
3.
No se silba
Sobre
el escenario se habla, se canta o se tararea, pero nunca se silba.
¡Pueden llegar a despedirte! ¿Por qué?
Ahora
hay innovaciones técnicas que facilitan la comunicación entre
actores y equipo técnico, pero cuando la voz era el único modo
de hacerse entender, los directores y operarios usaban silbidos
codificados para trasladar las órdenes.
¡Imagínate
que alguien se pone a silbar en escena! La obra puede ser un desastre: telones
cayendo en mitad del pasaje, luces que se apagan o se encienden sin sentido,
músicos tocando a destiempo… De ahí que silbar en el teatro esté asociado a la mala
suerte. Es una de las supersticiones del teatro que tienen un origen más
lógico, por lo tanto.
4.
Los claveles, para la feria
Es
habitual que los actores y actrices reciban flores antes
y después de las representaciones, pero si está en tus planes marcarte
este detalle, ni se te ocurra incluir claveles en el ramo,
por muy bonitos que te parezcan.
Y
es que en el siglo XIX tenía una sutil forma de decirle a los
artistas si seguían o no en el elenco. Si el teatro quería renovar la
siguiente temporada con el intérprete al final de temporada, les
enviaba rosas, mientras que si lo que querían era despedirlo y
no contar más con sus servicios, el ramo era de claveles.
5.
Rechazo a los espejos
Sabemos
que los espejos son el foco de muchas supersticiones y
su rotura equivale a siete años de mala suerte.
Sin
embargo, en el teatro, su mal agüero va más allá. Según
cuentas las supersticiones del teatro no hace falta que el espejo se haga
añicos para dar mala suerte, ya que directamente están prohibidos en cualquier
representación, aunque también existe una causa más pragmática para esta
superstición.
Los
directores evitan su uso para que no se produzcan problemas técnicos de
iluminación o desorienten a los actores y al público debido a
los reflejos. También se impide que más de un artista caiga en
el narcisismo y pierda el hilo por estar más pendiente de su
imagen.
6.
Iluminación siempre
Si
eres aficionado al teatro, puedes comprobar que sobre el escenario
siempre queda alguna luz encendida, por muy tenue y recóndita que
sea.
El
motivo de que nunca reine la oscuridad absoluta son las
numerosas historias sobre fantasmas que rodean al mundo de la
escena.
Dejando
un punto de luz sobre las tablas se alejan los
espíritus, según la superstición.
7.
Prohibido tejer lana
Nada
de hacer bufandas o jerséis en los tiempos muertos. La tradición teatral
tiene prohibido que los actores o actrices tejan lana en sus camerinos,
ya que supone mala suerte para todo el elenco. Sin lugar a duda es una de las
supersticiones del teatro más concretas ya que resulta difícil imaginarse que
un actor vaya a ponerse a realizar esta actividad en el camerino…
8.
Animales proscritos
Por
su semejanza con un ojo, las plumas del pavo real se
consideran maléficas y causantes del mal de ojo no sólo en el
teatro.
El
supersticioso sector de la interpretación no podía dejar pasar
la oportunidad de incorporar una nueva creencia y también tiene prohibido
usar este elemento decorativo sobre el escenario, ya que, según la
tradición, han sido el denominador común en muchos accidentes teatrales
.
Tampoco
es habitual, salvo para aquellos profesionales que quieren tentar la suerte,
decir la palabra “víbora” durante una representación. Si por
motivos de guion, aparece este animal, los actores utilizan
otros sinónimos para la víbora o la imitan con
movimientos del cuerpo.
9.
Dormir con el guion
Esta
es una de las supersticiones del teatro que ha sobrepasado fronteras y ha
llegado hasta otros aspectos de nuestras vidas. Muchos estudiantes también usan
esta técnica, para ver si con un poco de suerte consiguen mejorar sus
conocimientos de cara a los exámenes.
Se
trata de dormir con el libreto, en el caso de los actores, bajo
la almohada con la creencia de que así memorizarán antes y
mejor su guion durante el periodo de ensayos.
10.
Obras malditas
Un
grupo de supersticiones del teatro muy habitual es el de las obras malditas. En
el mundo de la escena hay varios títulos que suelen causar cierto recelo entre
los artistas, pero sin duda la obra maldita por excelencia es Macbeth,
a la que incluso se llama “la obra escocesa” o simplemente “la obra”, porque
pronunciar su nombre trae mala suerte.
Y
si por casualidad se te escapa un «Macbeth» sin querer, hay antídoto
para el fatal hechizo: deberás salir de la habitación, cerrar la puerta,
girar tres veces sobre ti mismo, escupir al suelo o decir alguna palabra
malsonante y pedir permiso para volver a entrar.
El
origen de su mala fama surgió el mismo día del estreno, en 1606,
cuando el actor que hacía el papel de Lady Macbeth –ya que en
esa época no podían actuar las mujeres- enfermó y murió de
forma súbita.
Después,
en su estreno de 1703 en Londres, Inglaterra fue abatida por
una devastadora tormenta. La leyenda fue a más con los numerosos
percances sufridos por todo los rincones del mundo durante su puesta
en escena, como el protagonizado por Charlton Heston, que sufrió
quemaduras en sus piernas.
Hay
varias versiones sobre el porqué de la maldición de Macbeth. Una
creencia apunta a que Shakespeare incluyó
conjuros y maldiciones reales en el libreto; otra señala a un maleficio de las
brujas en venganza de cómo eran reflejadas en la obra. También ayuda el hecho
de que la obra contenga muchas escenas de lucha, facilitando los accidentes con
las armas.
Pasamos
de Gran Bretaña a España,
porque la zarzuela La Tempestad, de Ruperto Chapí con guion
de Miguel Ramón Carrión, también ha dejado un reguero de infortunios desde
su estreno y, aunque fue un éxito de estreno en 1882, la desgracia
siempre ha acompañado a esta obra, con grandes pérdidas de dinero y actores
y directores que no vuelven a encontrar trabajo.
Y
a ver quién es el valiente que quiere protagonizar la Leyenda del
Beso, de Reveriano Soutullo y Juan Vert. En esta obra, una gitana lee
la mano del joven protagonista en el acto II y, según las habladurías, la
mala suerte acompaña al actor el resto de su vida, que suele ser
corta. De hecho, en algunas funciones se elimina este pasaje por miedo a que se
hagan realidad los peores presagios.