Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) da el segundo impulso
a la revolución teatral del siglo XVII, incorporando a la escena los recursos
básicos del estilo barroco: los juegos conceptistas, las metáforas gongorinas y
su solemnidad sintáctica. Su técnica, que subordina todo a un motivo
central, y una complicada escenografía
siguen también los principios barrocos. Con ellos, consolidando las líneas
fundamentales de Lope, acuña una nueva fórmula de producción teatral que gozó
de enorme popularidad.
Aquí tenéis un vídeo introductorio sobre su vida y su obra
Calderón versus Lope: características del teatro calderoniano
Calderón parte de una tradición teatral riquísima. Su tarea
consiste en desarrollar al máximo las posibilidades contenidas en la comedia de
Lope de Vega, hasta conducirla a su plenitud. Con razón se ha dicho que el
“arte” de Lope de Vega se hace “ciencia” con Calderón. Mientras que el lenguaje
dramático de Lope resulta natural y espontáneo, el de Calderón es más elaborado
y artístico, y su arquitectura teatral, más sólida. Por otra parte, frente al
teatro de Lope, enraizado en el popularismo y las costumbres españolas, el de
Calderón tiene una proyección mayor: es más aristocrático, pero, a la vez, más
universal por los temas que trata.
El ORDEN se hace patente en la rigurosa claridad de la estructura de planteamiento, nudo y desenlace de los conflictos dramáticos, así como en la disposición piramidal y emparejamiento antitético de los personajes secundarios, subordinados al protagonista. Este afán de orden se evidencia también en aquellos personajes que, atormentados, pero reflexivos, luchan por sobreponerse al caos de su existencia y a los antagonismos y pasiones que interiormente los desgarran. Los monólogos, tan frecuentes e importantes en sus comedias, constituyen el cauce formal elegido por Calderón para expresar este íntimo anhelo.
La ESTILIZACIÓN viene dada por la simplificación de la trama
y la reducción de personajes. Como consecuencia de esta, los personajes
aparecen mucho más perfilados e individualizados que los característicos
“tipos”, con una hondura psicológica y una complejidad antes desconocidas.
La INTENSIFICACIÓN se advierte en la densidad de los
conflictos que atenazan a los protagonistas, abocados siempre a una situación
límite y de difícil salida.
La suma de orden, estilización e intensificación dan como
resultado un teatro en el que la introspección prevalece sobre la acción.
Calderón, dramaturgo menos fecundo que Lope de Vega,
escribió ciento veinte obras de teatro entre comedias, autos sacramentales,
entremeses, loas y jácaras. Sus representaciones exigían un gran despliegue
escenográfico (tramoyas, decorados, luces y música), lo que llevó a la escena
barroca a una gran complejidad. La Biblia, la mitología grecolatina, la
historia, las leyendas y las costumbres son las principales fuentes a las que
acude para tratar sus temas preferidos (filosóficos, religiosos, históricos,
honor, amor, celos…). Las obras de Calderón se han clasificado según la siguiente
tipología:
Dramas de historia y leyendas españolas
Es especialmente relevante la obra El alcalde de Zalamea. En
este drama histórico, en el que se escenifica un conflicto entre la sociedad
civil y el estamento militar, Calderón trata el honor desde una perspectiva
diferente. Pedro Crespo, villano y alcalde de la localidad extremeña, encarna
el honor de un modo digno. Los rasgos del protagonista son el equilibrio, la
madurez, el amor a los suyos, la plena conformidad con su puesto en el mundo.
Para él, el honor es una virtud del alma ligada con la dignidad del hombre. La
violación de su hija Isabel por el capitán don Álvaro de Ataide (alojado en su
casa) exige la muerte de este como castigo, venganza que se cumple y que es
sancionada por el rey al final de la obra. A la figura del militar indigno,
Calderón opone la de otro militar justo y honesto, don Lope de Figueroa.
Dramas teológicos
Son representativos La devoción de la cruz; El príncipe
constante y El mágico prodigioso. En los dos primeros se plantea el problema de
la salvación eterna. El tercero presenta el modelo de caballero cristiano,
movido por el honor y la fidelidad a la patria y a la religión.
Dramas filosóficos
El más representativo es La vida es sueño (1635). En este
drama filosófico, una de sus obras maestras, de gran carga simbólica, se dan
cita el ansia de libertad y la rebeldía violenta, el miedo al destino, la
pasión y la venganza, la justicia y la sinrazón. La obra responde a la idea del
desengaño barroco, es decir, la inconsistencia de la vida, la transitoriedad de
lo terreno, la influencia de la educación en la conducta de las personas, la
fuerza de la voluntad frente al destino. Calderón hace aflorar en su obra más
trascendental las experiencias más radicales de la condición humana (la
libertad, el amor, el poder, la injusticia, la educación); al tiempo que defiende
en la escena la tesis contrarreformista católica del libre albedrío frente a la
predestinación protestante, nos hace reflexionar sobre la fragilidad de la vida
y la misteriosa oposición realidad/sueño y defiende una tesis ética: “que aun
en sueños / no se pierde hacer el bien”.
El conflicto libertad/destino.
El metafórico de “la vida es sueño”.
El ético de “vencerse a sí mismo”.
El del poder político.
Comedias de costumbres
Forman el grupo más numeroso de la producción dramática de
Calderón. Las más notables son las llamadas comedias de capa y espada. Todas
estas comedias, muy variadas en su trama, tienen sin embargo una estructura
idéntica: el amor es la pasión dominante y los personajes son un caballero
noble, valiente, rendido a los pies de una dama a la que adora; la dama es
soltera, huérfana de madre, sometida a la tutela de su padre, hermano o tutor;
también aparecen un gracioso y la criada de la dama. Además, para que el enredo
sea posible, existen otros personajes entre los cuales se entretejen equívocos
y rivalidades. Obras que pertenecen a este grupo son La dama duende; Casa con
dos puertas, mala es de guardar y Antes que todo es mi dama.
Los autos sacramentales
Calderón escribió alrededor de setenta autos sacramentales y
llevó a la plenitud este género, aportándole una mayor densidad teológica, una
construcción más exigente, un lenguaje alegórico de gran riqueza poética y una
fastuosa escenografía. Sus autos sacramentales gozaron de una enorme
popularidad. Además de La cena del rey Baltasar y La devoción de la misa
destaca especialmente El gran teatro del mundo, su obra maestra, en la que
Calderón representa la vida como un teatro en el que Dios reparte los papeles
de la vida a una serie de personajes, que deberán representar una única
función, sin ensayar, tras la cual deberán rendir cuentas.
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