Es difícil imaginar una sociedad desarrollada sin libros. Y han sido muchos los poetas que han cantado alabanzas a este elemento indispensable para el aprendizaje, el entretenimiento y la comunicación de las personas, que tanto nos ha acompañado en este último año marcado por la pandemia.
Rubén Darío nació como Félix Rubén García y Sarmiento el 18
de enero de 1867 en Metapa, Nicaragua. Criado como un huérfano en la casa de
una tía, mostró a temprana edad una asombrosa habilidad para la versificación. A los 13 años, publicó el primer poema que debía firmar como Rubén
Darío, adoptando el apellido más eufónico de un bisabuelo paterno.
Un niño inteligente, nervioso y supersticioso, Darío fue
llevado por amigos a la ciudad capital de Managua en 1881. Pero en un esfuerzo
por frustrar su plan anunciado de casarse a los 14 años, fue enviado a El
Salvador. Allí conoció al poeta Francisco Gavidia, quien lo introdujo a la
literatura francesa y lo instruyó en nuevos estilos de versificación. En 1884,
Darío regresó a Managua, tomó un trabajo en la Biblioteca Nacional, aprendió
francés y comenzó un intenso programa de estudio literario.
En el primer volumen de poesía de Darío, Primeras notas
(1885), sus actitudes liberales se manifestaron claramente. En 1886, con la
esperanza de encontrar un ambiente literario más estimulante, viajó a
Valparaíso, Chile, donde escribió para el periódico La Época. Comenzó a leer a
los poetas parnasianos y simbolistas franceses, cuya influencia en lo que
escribió en los años siguientes fue fundamental.
En el primer volumen de poesía de Darío, Primeras notas
(1885), sus actitudes liberales se manifestaron claramente. En 1886, con la
esperanza de encontrar un ambiente literario más estimulante, viajó a
Valparaíso, Chile, donde escribió para el periódico La Época. Comenzó a leer a
los poetas parnasianos y simbolistas franceses, cuya influencia en lo que
escribió en los años siguientes fue fundamental.
Azul (1888) era una colección de prosa y poesía que había
estado escribiendo en Chile. La elegancia y el refinamiento de su estilo eran
sorprendentemente frescos en el idioma español. Generalmente se considera que
Azul es el primer libro de la tendencia literaria hispanoamericana designada
como modernismo, que introdujo nuevas formas y estándares de expresión y llevó
a cabo una renovación virtual del estilo literario hispanoamericano.
Los viajes posteriores de Darío fueron casi tan influyentes
como sus escritos para publicitar la nueva tendencia. Regresó a América Central
en 1889 y fundó un periódico en El Salvador y otro en Guatemala en 1890. Se
casó por primera vez en 1890 y en 1891 se estableció en Costa Rica. En 1892 y
1893 realizó sus primeras visitas a Europa, regresando del segundo viaje
directamente a Buenos Aires, donde había sido nombrado cónsul colombiano.
Aunque pronto perdió esa cita, permaneció en Argentina hasta
1898, publicando sus importantes obras, Los raros (1896), una colección de
ensayos sobre escritores que Darío admiraba, y Prosas profanas (1896), el libro
con el que ganó terreno. La tendencia modernista, ahora cultivada por los
poetas en toda la América española, se consolidó.
En 1898, el periódico porteño La Nación, con el que Darío
había estado asociado desde 1889, lo envió a España como corresponsal. Pronto
fue trasladado a París, que se convirtió en el centro de sus actividades
durante casi 5 años. En su colección de poesía más madura, Cantos de vida y
esperanza (1906), gran parte del brillo superficial de su trabajo anterior es
reemplazado por un tono más serio, humano y meditativo. Falta parte de la
elegancia, pero es reemplazada por la conciencia de un hombre que ahora conoce
el mundo que lo rodea y las circunstancias sociales y políticas de la América
española a principios de siglo.
Entre 1907 y 1915, la vida de Darío se vio complicada por
los viajes continuos entre Europa y América española, las consecuencias de su
intemperancia crónica y los persistentes problemas matrimoniales que
involucraban a su segunda esposa, de quien había estado separado por mucho
tiempo, y Francisca Sánchez, una mujer española que había tenido, le dieron tres
hijos.
Continuó escribiendo y publicando su poesía, pero estos
volúmenes posteriores revelan una disminución en sus poderes creativos: El
canto errante (1907), El viaje a Nicaragua (principalmente prosa; 1909) y Poema
del otoño (1910). Murió en León, Nicaragua, el 6 de febrero de 1916.
LIBROS EXTRAÑOS
Libros extraños que halagáis la mente
en un lenguaje inaudito y tan raro,
y que de lo más puro y lo más caro,
hacéis brotar la misteriosa fuente;
inextinguible, inextinguiblemente
brota el sentir del corazón preclaro,
y por él se alza un diamantino faro
que el mar de Dios mira profundamente...
fuerza y vigor que las alas enlaza,
seda de luz y pasos de coloso,
y un agitar de martillo y de maza,
y un respirar de leones en reposo,
y una virtual palpitación de raza;
y el cielo azul para Orlando Furioso...
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