Quizá no lo sepáis, aunque es difícil: Barack Obama ha sacado estos días un nuevo libro. El expresidente es un escritor consumado, un personaje magnético, y su autobiografía política ha ocupado páginas y minutos en toda la prensa mundial.
El lanzamiento editorial más importante de los últimos tiempos ha aparecido a la vez en multitud de países, en multitud de idiomas... pero siempre con el mismo rostro / cubierta. El diseño de la edición original se ha clonado en todos los mercados, con una uniformidad digna de la mejor de las globalizaciones culturales.
Sobre el diseño: es disciplinado y elegante; la encarnación gráfica de la personalidad de Obama. La foto de Pari Dukovic domina el conjunto, pero no es un posado al uso: todo está medido al milímetro y sin embargo se las arregla para transmitir cierta espontaneidad y cercanía, un moderado optimismo. Puestos a construir un relato sobre su papel en la historia, Obama quiere ser un presidente en eterno blanco y negro, sonriente, y que no nos mira a nosotros porque mira al futuro
Algo completamente opuesto: En la cubierta de Y tú, ¿tan feliz?, de Barbara Carvacho (Caballo de Troya), la foto se diluye aparentemente en el rosa asociado a esta etapa de la editorial. Es una percha metálica vulgar y corriente, sacada de un banco de imágenes. La percha es una metáfora muy obvia para acercarnos al tema de los abortos clandestinos, pero siempre funciona. En este caso, el perfecto brillo plateado de la imagen añade irrealidad y distancia, cierto lujo burgués opuesto a la sordidez del asunto.
La opción tipográfica es una tentación para los diseñadores a la hora de afrontar una portada. Las letras como materia prima de la novela son una metáfora literaria en sí mismas, y ofrecen infinitos caminos.
La tipografía ultra contrastada de In Real Life, de Leticia Sala (Destino) es todo lujo, sofisticación, moda. Las letras están ajustadas con exactitud y cariño, y hay un punto sensual tanto en las ligaduras (la forma en la que se junta cada carácter al vecino) como en el llamativo remate de la “n”. Estas tipografías tiene un aire de publicidad retro sesentera, aroma a Nueva York y sus agencias en Madison Avenue.
Alfred Hitchcock presenta: cuentos que mi madre nunca me contó (Blackie Books) es una portada con dos referencias. Por un lado, la más obvia: el retrato de perfil del autor, un icono del siglo XX. Por otro, que se inspira en la del libro Stories to be read with the ligths on, del mismo autor (1973). Misma tipografía y estructura, parecido degradado. Marvin, la letra con que se compone esta cubierta, fue diseñada originariamente en 1969, y tiene a la vez un toque art decó y tecnológico, muy setentero.
La rotulación manual en Vive como un mendigo, baila como un rey, de Ignatius Farray (Temas de hoy) está en otro orden loco de las cosas. La portada es una mezcla de letras manuscritas, dibujada por el propio autor. El caos aparente y esa sensación de (falsa) chapuza esconden una jerarquía de color y una estructura que funcionan con bastante exactitud, lo que (aparentemente) también refleja el estilo humorístico de Farray.
Las calaveras son, para ir cerrando, un cliché literario maravilloso. Haciendo portadas de revista aprendes que lo más efectivo para atraer una mirada es otra, y los cráneos tienen una mirada vacía que nos atrae y repele al mismo tiempo. La cubierta de Muro Fantasma, de Sarah Moss (Sexto Piso) nos sorprende con un retrato cadavérico creado a base de vegetación y bichos. El terror aparece así de una forma sutil, envuelto en bucólica naturaleza, por así decirlo. La ilustración está tomada del diseño original para la edición americana y, una vez más, es de lamentar que el diseño general de la editorial se imponga sobre la imagen: el bloque negro superior oprime la imagen.
La portada de Viaje a los confines del mundo, de Denis Johnson (Contra), tiene un comienzo más literal (el cráneo es un cráneo; con textura de grabado antiguo, pero cráneo al fin y al cabo) y una deriva metafórica: el cráneo es un planeta, y quizá las suturas entre los huesos sean fronteras, o continentes. El pequeño dibujo del motorista completa la metáfora (viajamos por un planeta que somos nosotros, supongo), y nos hace cómplices del juego gráfico. El inteligente uso de solo dos colores, muy brillantes y que destacan en la librería, hace el resto.
Fuente: El país
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