Estos días se cita mucho una maldición china: “¡Ojalá vivas tiempos interesantes!” y que mejor manera de vivirlos que volver a empezar la semana con un poema.
En esta ocasión de la mano de la poeta estadounidense, recién galardonada con el premio Nobel de Literatura: Louise E. Glück.
Es una poeta americana de origen judío húngaro. Nació en Nueva York el 22 de abril del 1943. En la actualidad, imparte clases de lengua inglesa en el Williams College en Williamstown, Massachussets, además de hacerlo también en la Universidad de Yale, donde ocupa la Cátedra de Literatura.
El vestido
En 1999, la escritora publicó «Vita Nova», con el que recibió el primer premio otorgado por los lectores del «New Yorker», además del premio Bollingen. Ahí encontramos «El vestido»
Se me secó el alma.
Como un alma arrojada al fuego,
pero no del todo,
no hasta la aniquilación. Sedienta,
siguió adelante. Crispada,
no por la soledad sino por la desconfianza,
el resultado de la violencia.
El espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,
a quedar expuesto un momento,
temblando, como antes
de tu entrega a lo divino;
el espíritu fue seducido, debido a su soledad,
por la promesa de la gracia.
¿Cómo vas a volver a confiar
en el amor de otro ser?
Mi alma se marchitó y se encogió.
El cuerpo se convirtió en un vestido demasiado
grande
para ella.
Y cuando recuperé la esperanza,
era una esperanza completamente distinta.
Amante de las flores
En «Ararat» nos encontramos el poema «Amante de las flores». Flores, en fin, que son belleza y muerte, pero sobre todo fragilidad.
En nuestra familia, todos aman
las flores.
Por
eso las tumbas nos parecen tan extrañas:
sin
flores, sólo herméticas fincas de hierba
con
placas de granito en el centro:
las
inscripciones suaves, la leve hondura de las letras
llena
de mugre algunas veces…
Para
limpiarlas, hay que usar el pañuelo.
Pero
en mi hermana, la cosa es distinta:
una
obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre
a
leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo.
Cada
primavera, espera las flores.
Nadie
discute por los gastos. Se sobreentiende
que
es mi madre quien paga; después de todo,
es
su jardín y cada flor
es
para mi padre. Ambas ven
la
casa como su auténtica tumba.
No
todo prospera en Long Island.
El
verano es, a veces, muy caluroso,
y
a veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron las amapolas, en un día tan sólo,
eran tan frágiles…
Podéis leer la opinión de uno de sus traductores al castellano, Abraham Gragera, en el artículo "Louise Glück, ascender a lo hondo".
Carmen García Guerrero 1º Bach C
ResponderEliminarDesde mi punto de vista estos poemas son historias, contadas de un modo diferente al que se nos pasa por la cabeza al escuchar esa palabra, pero al fin y al cabo historias. Ambas son de naturaleza triste, en la primera habla de como se sintió ella en un momento determinado (tan triste y desesperada que llega a decir que se le secó el alma) y en el segundo, cuenta lo que sienten su hermana y su madre con respecto a la muerte de su padre.
La verdad es que me han gustado mucho sus poemas y la forma en la que escribe, aunque he de decir que son demasiado tristes para mi gusto.