Para elegir nuestro poema esta semana, nos hemos acordado del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que se celebra el 3 de diciembre desde el año 1992, año en el que la Asamblea de las Naciones Unidas lo proclamó.
Por tanto, queremos reivindicar la empatía, la sensibilidad y el cariño que todos merecemos y la integración plena en la sociedad de las personas con capacidades diferentes. Lo hacemos eligiendo a un escritor sobresaliente, que desde su niñez tuvo problemas de visión hasta que ya en su madurez quedó ciego. Nos referimos al argentino Jorge Luis Borges (1899-1986). En su
Autobiografía, nos dice: “Como no podía hacer borradores, tuve que apoyarme en la
memoria. Es más fácil, obviamente, recordar el verso que la prosa y más fácil
recordar la versificación regular que el verso libre. El verso regular es, por
decirlo de alguna manera, transportable; uno camina por la calle o viaja en un
subterráneo al tiempo que compone y pule un soneto, porque la rima y la métrica
poseen virtudes nemotécnicas”. Es, a partir de entonces, cuando empieza a
escribir y publicar sus mejores colecciones de versos.
Aquí este magnífico soneto sobre su propia discapacidad.
UN CIEGO
No sé cuál es la cara que me mira
cuando miro la cara del espejo;
No sé qué anciano acecha en su reflejo
con silenciosa y ya cansada ira.
Lento en mi sombra, con la mano exploro
mis invisibles rasgos. Un destello
me alcanza. He vislumbrado tu cabello
que es de ceniza o es aún de oro.
Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
El consuelo es de Milton y es valiente,
pero pienso en las letras y en las rosas.
Pienso que si pudiera ver mi cara
sabría quién soy en esta tarde rara.
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