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- Te digo al llegar, madre,
- que tú eres como el mar;
- que aunque las olas
- de tus años se cambien y te
muden,
- siempre es igual tu sitio
- al paso de mi alma.
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- No es preciso medida
- ni cálculo para el
conocimiento
- de ese cielo de tu alma;
- el color, hora eterna,
- la luz de tu poniente,
- te señalan ¡oh madre! entre
las olas,
- conocida y eterna en su
mudanza.
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