Como pequeño homenaje al primer presidente negro de Sudáfrica y al hombre clave para acabar con el régimen racista del apartheid " Yo recomiendo "
Una recopilación con la que “Madiba”, en el prólogo, nos expresa su deseo: que
la voz del narrador de cuentos nunca muera en África, que todos los
niños de África puedan maravillarse con los libros y que nunca pierdan
la capacidad de ampliar sus horizontes del mundo con la magia de los
relatos.
De cómo se instaló la gata…
Había
una vez una gata, una gata salvaje, que vivía sola en el matorral.
Cuando al cabo del tiempo se cansó de su soledad, tomó por esposo a otro
gato salvaje que, a sus ojos, era la criatura más espléndida de la
selva.
Paseaban juntos cierto día por un sendero entre la hierba alta, cuando, zas, de la pradera salió de un brinco el Leopardo y le pegó un revolcón al marido de la gata, que quedó despanzurrado en el suelo.
–¡Vaya! –dijo la Gata–. Mi marido ha mordido el polvo; ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es él, sino el Leopardo –y la Gata se fue a vivir con el Leopardo.
Vivieron muy felices hasta que un día, cuando cazaban en el matorral, de pronto, catapún, de entre las sombras saltó el León, aterrizó en el lomo del Leopardo y se lo zampó.
–¡ Vaya! –dijo la Gata–. Ahora veo que la criatura más espléndida de la selva no es el Leopardo, sino el León.
Y la Gata se marchó a vivir con el León.
Vivieron juntos muy felices hasta que un día, cuando acechaban a sus presas en el bosque, una figura enorme se cernió sobre ellos y fu–chu, el Elefante plantó su pata sobre el León y lo dejó planchado.
–¡Vaya! –dijo la Gata–. Ahora veo que la criatura más espléndida no es el León, sino el Elefante.
Así pues la Gata se fue a vivir con el Elefante. Trepaba en su lomo y se acomodaba ronroneando en su cuello, justo entre las orejas.
Vivieron juntos muy felices hasta que un día, cuando paseaban entre las altas cañas de la margen del río, pa–wa!, se oyó una fuerte detonación y el Elefante se desplomó en la tierra.
Al mirar a su alrededor, la Gata sólo alcanzó a ver un hombrecillo con una escopeta.
–¡Vaya! –dijo la Gata–. Ahora veo que la criatura más espléndida de la selva no es el Elefante, sino el Hombre.
Paseaban juntos cierto día por un sendero entre la hierba alta, cuando, zas, de la pradera salió de un brinco el Leopardo y le pegó un revolcón al marido de la gata, que quedó despanzurrado en el suelo.
–¡Vaya! –dijo la Gata–. Mi marido ha mordido el polvo; ahora comprendo que la criatura más espléndida de la selva no es él, sino el Leopardo –y la Gata se fue a vivir con el Leopardo.
Vivieron muy felices hasta que un día, cuando cazaban en el matorral, de pronto, catapún, de entre las sombras saltó el León, aterrizó en el lomo del Leopardo y se lo zampó.
–¡ Vaya! –dijo la Gata–. Ahora veo que la criatura más espléndida de la selva no es el Leopardo, sino el León.
Y la Gata se marchó a vivir con el León.
Vivieron juntos muy felices hasta que un día, cuando acechaban a sus presas en el bosque, una figura enorme se cernió sobre ellos y fu–chu, el Elefante plantó su pata sobre el León y lo dejó planchado.
–¡Vaya! –dijo la Gata–. Ahora veo que la criatura más espléndida no es el León, sino el Elefante.
Así pues la Gata se fue a vivir con el Elefante. Trepaba en su lomo y se acomodaba ronroneando en su cuello, justo entre las orejas.
Vivieron juntos muy felices hasta que un día, cuando paseaban entre las altas cañas de la margen del río, pa–wa!, se oyó una fuerte detonación y el Elefante se desplomó en la tierra.
Al mirar a su alrededor, la Gata sólo alcanzó a ver un hombrecillo con una escopeta.
–¡Vaya! –dijo la Gata–. Ahora veo que la criatura más espléndida de la selva no es el Elefante, sino el Hombre.
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