domingo, 22 de noviembre de 2020

El poema de la semana

En esta última semana de noviembre queremos rendir homenaje al poeta valenciano Francisco Brines (1932).El autor de 'Las brasas' y 'El otoño de las rosas' recibía esta semana el Premio Cervantes 2020, a los 88 años,  por una obra íntima, metafísica, llena de amor y luz. 

Se trata de uno de los más importantes creadores de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, uno de los últimos representantes de la prodigiosa generación de los 50, de los niños de la posguerra española, que alumbró poetas como Jaime Gil de Biedma, J. M. Caballero Bonald, Carlos Barral, José Ángel Valente o Claudio Rodríguez.

Francisco Brines, que estudió Derecho y Filosofía y Letras, ha sido profesor de literatura española en las prestigiosas universidades de Cambridge y Oxford. Es Académico de la Lengua desde 2006 y ha recibido numerosos galardones a lo largo de su andadura poética, como el Premio Nacional de Literatura en el año 1986.

BIBLIOGRAFÍA

Las brasas (1959)

El santo inocente (1965)

Palabras a la oscuridad (1966)

Aún no (1971)

Ensayo de una despedida (1974)

Insistencias en Luzbel (1977)

Poesía. 1960-1981 (1984)

Poemas excluidos (1985)

El otoño de las rosas (1986)

La rosa de las noches (1986)

Poemas a D. K. (1986)

La última costa (1995)

Breve antología personal (1997)

Selección de poemas (1997)

Poesía completa (1960-1997) (1997)

Antología poética (1998)

La Iluminada Rosa Negra (2003)

Amada vida mía (2004)

Hemos elegido un poema titulado "Cuando yo aún soy la vida", que es bastante representativo de su estilo poético. ¡Esperamos que os guste! 

Cuando yo aún soy la vida

La vida me rodea, como en aquellos años

ya perdidos, con el mismo esplendor

de un mundo eterno. La rosa cuchillada

de la mar, las derribadas luces

de los huertos, fragor de las palomas

en el aire, la vida en torno a mí,

cuando yo aún soy la vida.

Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos,

y un amor fatigado. 

¿Cuál será la esperanza? Vivir aún;

y amar, mientras se agota el corazón,

un mundo fiel, aunque perecedero.

Amar el sueño roto de la vida

y, aunque no pudo ser, no maldecir

aquel antiguo engaño de lo eterno.

Y el pecho se consuela, porque sabe

que el mundo pudo ser una bella verdad.

 

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