José de Espronceda (1808-1842) está considerado como el gran poeta del Romanticismo español. Además de su obra, también su vida –con viajes sin tregua, sociedades secretas, exilios, destierros, amores poco ortodoxos y una muerte temprana– fue prototipo de la existencia romántica. Su vida fue tan turbulenta como el periodo histórico que le tocó, el siglo XIX español.
Espronceda nació el 25 de marzo de 1808 en Pajares de la Vega (Villafranca, Badajoz), poco antes del estallido de la Guerra de Independencia, cuando su padre, Juan de Espronceda, militar de carrera, se trasladaba con su mujer y sus tropas de Villafranca a Almendralejo.
Su nombre completo fue José Ignacio Javier de Espronceda. Durante su infancia, Espronceda fue testigo de los seis años de guerra contra Napoleón, la aprobación de las Constitución de Cádiz en 1812, el regreso de Fernando VII a Madrid en 1814 y su inmediato repudio de la Carta Magna.
Cuando contaba doce años, su familia se instaló en Madrid (1820). José parecía seguir los pasos de su padre y en julio de ese año solicitó su ingreso en el Real Colegio de Artillería de Segovia.
Un año después, sin embargo, Espronceda retiraba su petición y, en octubre de 1821, ingresaba como interno en el madrileño Colegio de San Mateo. Este centro educativo había sido fundado por el poeta y crítico literario Alberto Lista, el helenista y escritor José Gómez Hermosilla y el presbítero Juan Manuel Calleja (quien lo dirigiría hasta 1825). De ellos, Espronceda recibió sus primeras lecciones de Humanidades y Ciencias. También las semillas del liberalismo, que le llevaron a fundar en los primeros meses de 1823, la sociedad secreta antiabsolutista de "los Numantinos". En abril, los Cien Mil Hijos de San Luis invadieron la Península desde Francia para restituir el absolutismo. Y tras su triunfo y el destierro de los diputados y ministros liberales, el colegio fue clausurado.
Espronceda, a sus quince años, se refugió en la Academia del Mirto, impulsada por Lista en la primavera de ese año. Allí leyó sus primeras composiciones y asumió un riesgo político que concluiría, en diciembre de 1824, con una denuncia de la Sociedad de los Numantinos ante las autoridades.
La delación de un compañero llevó a Espronceda ante los tribunales y el 25 de mayo de 1825, el joven, de 17 años, fue condenado a su primer destierro, expulsándosele de Madrid. Durante su reclusión en el convento de los Franciscanos de Guadalajara, Espronceda inició la escritura de su poema épico El Pelayo, una obra en octavas reales y estructurada en cantos en la que trabajaría hasta 1835.
Resuelto a consagrarse a la escritura, Espronceda se embarca en 1827 desde Gibraltar, hacia Portugal, "llevado de mis instintos de ver mundo", según explicaría el mismo años después en De Gibraltar a Lisboa. Viaje histórico. Pero poco duró su aventura lisboeta: en agosto fue detenido por la policía lusa y confinado en el castillo de São Vicente, desde donde en septiembre sería expulsado, junto a otros exiliados españoles, hacia Londres.
En la capital inglesa la escritura de Espronceda sufrió su primera gran transformación, virando hacia un estilo más personal. Allí redactó La entrada del invierno en Londres y A la patria. E inició una relación amorosa con la española Teresa Mancha, a la que probablemente había conocido en Portugal, y que estaba casada con otro exiliado.
En febrero de 1829 Espronceda abandonó Londres hacia Bruselas y París. A la capital francesa se trasladaría Teresa en 1830 y en ella el poeta tomaría parte en la revolución que en julio de ese año entronizó a Luis Felipe de Orleans. Allí también Espronceda mantuvo numerosos contactos con los liberales partidarios de, entre otros, el general José María de Torrijos. Y en octubre formó parte de las tropas que el militar liberal Joaquín de Pablo "Chapalangarra" reclutó en el sur de Francia para entrar en España e intentar derrocar a Fernando VII. La expedición fracasó y Espronceda pudo salvar la vida regresando con los supervivientes a Francia.
Hasta 1833, Espronceda vivió exiliado entre Burdeos, Londres y París. En marzo, amnistiado tras la muerte de Fernando VII, regresó a España, seguido de Teresa, instalándose en Madrid. Ingresó en la Guardia real, pero rápidamente fue expulsado del cuerpo y desterrado a Cuéllar (Segovia), para alejarlo de la corte. En la villa segoviana el escritor redactó el primer volumen de su novela histórica Sancho Saldaña o el Castellano de Cuéllar.
En 1834 Teresa dio a luz a Blanca de Espronceda y el 25 de abril el escritor estrenó la comedia Ni el tío ni el sobrino, escrita en colaboración con Antonio Ros de Olano. En julio de ese año fue vuelto a encarcelar y desterrado a Badajoz, por su participación en la sociedad secreta "La Isabelina".
En 1836 y 1837, en un contexto político marcado por la guerra carlista, la desamortización de Mendizábal y las sublevaciones militares, se presentó a diputado por Almería y Granada, sin ser elegido.
En lo literario, desde 1837 Espronceda va dando a conocer fragmentos de una de sus obras más importantes El estudiante de Salamanca, un poeta narrativo inspirado en el mito de Don Juan.
Es en esta década, del 30 al 40, cuando Espronceda labró su reputación de escritor e intelectual. Entre sus odas, A la muerte de don Joaquín de Pablo (Chapalangarra), el Soneto a la memoria de Torrijos y sus compañeros, la mencionada elegía A la Patria, la famosa Canción del pirata, El Canto del cosaco, El mendigo, El reo de Muerte o El Verdugo. En estas últimas pone de manifiesto su preferencia por personajes al margen de las convecciones sociales o antihéroes.
En 1841, Espronceda fue designado secretario de la Legación de España en los Países Bajos, permaneciendo en La Haya hasta marzo de 1842, cuando fue elegido diputado finalmente. Pero apenas estuvo dos meses en el Parlamento, porque murió repentinamente el 23 de mayo de 1842, a los 34 años, de una afección respiratoria. Dejaba inconclusa una de sus obras más importantes, el poema, El diablo mundo, donde, frente a la inocencia del ser humano, presenta una visión amarga del mundo dominado por los caprichos del mal. En esa obra se incluye el emocionante y emocionado Canto a Teresa.
Desde 1902, sus restos reposan en el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid.
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