Gracias a letra ñ podemos acompañar, soñar, pestañear, añadir, enseñar, señalar, extrañar y muchas cosas más. Sin ella no habría mañana, ni año, ni uñas, ni otoño, ni piñatas, ni niño, ni señor, en español, claro, y tampoco podríamos tomarnos una caña.
Este 23 de abril las Naciones Unidas celebran el Día del Idioma Español y el doodle de Google está conmemorando la letra Ñ, «la única letra del alfabeto español que se originó en España».
La ñ es la decimoquinta
letra del alfabeto español y la duodécima consonante. Más de 15.700 palabras en
castellano contienen la letra ñ y más de 350 comienzan por esa
consonante con sonido nasal palatal. El 23 de abril, en el que celebramos
el Día del Libro pero también desde 2010 el Día de la Lengua
Española por una declaración de Naciones Unidas, la letra ñ participa
de este homenaje por su singularidad respecto al resto de lenguas en el mundo y
por ser un icono gráfico de la lengua castellana.
Hay que remontarse 200 años, hasta
principios del siglo XIX, para ver el primer reconocimiento oficial de la Real Academia Española (RAE) a la letra ñ al
incluirla en el diccionario en 1803. Sin embargo, su origen es mucho más
antiguo y también más casual, teniéndonos que remontar hasta la Edad Media.
Ni la letra ni el sonido eñe existían
en latín, pero a medida que este evolucionó y empezaron a surgir las lenguas
románicas como el castellano, el francés o el italiano, apareció este sonido
nasal palatal, que significa que el aire sale por nariz al pronunciarla y el
dorso de la lengua se apoya contra el paladar, y que identificamos como eñe.
En la Edad Media los
monjes eran los eruditos de la sociedad. Los monasterios eran los grandes
centros de la sabiduría, donde ejercían de copistas y escribanos y tenían
grandes bibliotecas. La teoría del origen de la letra ñ la
sitúa la tradición en este momento histórico por la falta de pergaminos por su
elevado coste y para ahorrar tiempo. Al parecer los monjes se vieron obligados
a abreviar algunas letras duplicadas para encajar el mayor número de palabras
en cada línea. De hecho, una de las primeras letras ñ de la
historia la encontramos en un texto fechado en 1176.
La explicación de esta teoría es que
sobre la letra duplicada que no se suprimía se escribía un trazo horizontal,
conocido en la actualidad como virgulilla (~) porque parecía una serpiente. Es
decir, que lo que conocemos como la letra ñ es en realidad el
resultado de la abreviatura de dos enes consecutivas: así, por
ejemplo, de donna tenemos doña.
Estas composiciones de letras suponían
para los monjes una inversión de tiempo, así que en su afán de economizar
surgieron distintas adaptaciones según las lenguas. El castellano y el gallego
optaron por esta fórmula de la ñ -escrita y pronunciada-,
mientras que el portugués creó la combinación (nh) (Espanha), el francés y el
italiano optaron por la combinación (gn) (Espagna) y el catalán introdujo la
fórmula (ny) (Espanya).
La combinación de los fonemas anteriores
se continuó utilizando de manera indistinta hasta el siglo XIII, cuando el
rey Alfonso X, El Sabio realizó la reforma
ortográfica siguiendo su política de unificación lingüística. El monarca, fiel
a su apodo de ser gran lector, escritor e intelectual de la época, introdujo
la eñe como la opción preferente para reproducir las
combinaciones fonéticas anteriores y fijar así las primeras normas del
castellano. Cuando su uso estaba extendido por la Península ibérica, Antonio de
Nebrija incluyó la ñ en la primera gramática española
de 1492.
Pero las conquistas y los cambios de la
letra ñ a lo largo de más de mil años de historia también
tuvieron un sobresalto reciente, y es que incluso estuvo a punto de
desaparecer, al menos en la escritura…
La pesadilla se remonta a los años 90
del siglo pasado, cuando por exigencia de la entonces Comunidad Económica
Europea (CEE) se planteó eliminar la ñ para favorecer la uniformidad
de los teclados de escritura de los aparatos tecnológicos. Se
pretendía de esta manera primar el libre mercado y condenar una medida
calificada de proteccionista con España y su letra ñ. De
hecho, Internet marginaba esta letra (junto a tildes y diéresis), que no pudo
aparecer en las direcciones de correo electrónico ni de dominios web en España
hasta el 2 de octubre de 2007.
Al español, segunda lengua más hablada
del mundo con casi 600 millones de personas en la actualidad, y concretamente a
la ñ, le salieron defensores desde dentro y desde
fuera del país. Hasta el premio Nobel Gabriel García
Márquez clamó contra le injusticia y el atropello con
vehemencia: “Es escandaloso que la Comunidad Europea se haya atrevido a
proponer a España la eliminación de la ñ solo por razones de
comodidad comercial. Los autores de semejante abuso y de tamaña arrogancia
deberían saber que la ñ no es una antigualla arqueológica,
sino todo lo contrario, un salto cultural de una lengua romance que dejo atrás
a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue
expresándose con dos”.
La polémica de acabó cuando el Gobierno
español, para consolidar la protección de la letra ñ, aprobó un
Real Decreto el 23 de abril de 1993 que mantenía la obligación de la ñ en
los teclados, acogiéndose al Tratado de Maastricht, porque como ya existía la
Unión Europea (UE) admitía excepciones de carácter cultural.
En el siglo XXI la letra ñ se
ha convertido en un símbolo muy utilizado para representar la identidad del
idioma castellano. Por ejemplo, el editor Bill Teck, autor del Diccionario
oficial de Spanglish, denominó la cultura hispana y su influencia en
Estados Unidos como la Generación Ñ y publicó una revista con ese nombre.
La ñ también ha sido el reclamo de selecciones deportivas y de
organizaciones como el Instituto Cervantes y la Asociación Nacional de
Periodistas Hispanos, que han adoptado la letra como su marca.
Poco a poco la ñ va
normalizándose también en la lengua inglesa. Aparece en inglés en algunos
términos de origen español, como jalapeño, piña colada y El Niño, aunque otras
palabras, como la española cañón, se adaptaron como canyon, por lo
que el Gran Cañón del Colorado se escribe Grand Canyon. Hasta
mediados del siglo XX la adaptación de la ñ como nn era
lo más común en inglés, como en la frase Battle of Corunna, pero en
la actualidad casi siempre se respeta la grafía española, y hasta existe una
asociación, Society for the Advancement of Spanish Letters in the Anglo
Americas (SASLAA), que se encarga de promover la adopción permanente de
la ñ en la lengua inglesa.
Pero aunque seamos los que más
presumimos de la ñ, ni la letra ni el fonema son exclusivos del
castellano. En la Península Ibérica, tanto el gallego como el asturiano y el euskera de forma muy reducida la utilizan. En
Hispanoamérica hay muchas lenguas indígenas como el mixteco, el zapoteco, el
otomí, el quechua, el aymara, el mapuche y el guaraní que también cuentan con
la ñ en sus alfabetos. Otras culturas que también tuvieron
contacto con el castellano cuentan con la ñ, como el papamiento de
Curazao, el tagalo y el chabacano de Filipinas, el bubi de Guinea Ecuatorial o
el chamorro de Guam.
También el tártaro de Crimea, el malayo
y el nauruano la utilizan, y en el caso de muchos idiomas de Senegal, por
ejemplo en el idioma wólof, la ñ se usa como en español para
el sonido nasal palatal. Senegal es único entre los países de África Occidental
en el uso de esta letra. Asimismo, en el idioma tetun de Timor Oriental también
se adoptó la ñ para representar el mismo sonido en préstamos
portugueses representados por nh.
Larga vida, por tanto a la letra ñ en
el Día de la Lengua Española. Es la única letra que se originó en España y que
a pesar de su excepcionalidad, ya que es muy poco frecuente y en un texto suele
aparece apenas 0,3 veces de cada 100 palabras, encierra con personalidad, tanto
en su grafismo como en su pronunciación, una parte importante de la identidad
cultural hispana en el mundo.
(Fuente: El País)
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