La propuesta de esta semana nos llega de la mano de Antonio Roldán, profesor de inglés del IES Alhaken II, gran conocedor de la cultura anglosajona, además de buen deportista y amante de la naturaleza. Él nos ha sugerido un poema del famoso escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809 - 1849), conocido sobre todo por sus impactantes cuentos de terror.
La farándula decidió que Edgar Allan Poe naciera en Boston, ciudad
donde se encontraba en 1809 la compañía de teatro ambulante en la que
trabajaban sus padres. Poco después, David Poe abandonó a su mujer, y con tan
solo dos años el pequeño Edgar quedó huérfano. Fue adoptado por un rico
plantador de Richmond (Virginia), pero el nuevo padre, John Allan, tuvo
siempre sus reservas respecto a la procedencia del pequeño. Se mantuvo distante
y nunca quiso legalizar la adopción.
Tras una larga estancia en Gran Bretaña, de 1815 a 1825, Edgar volvió
a los Estados Unidos e ingresó en la universidad. Su protector quería hacer de
él un gran comerciante o, en el peor de los casos, un buen abogado. Sin
embargo, el joven pasaba los días leyendo a lord Byron y atesorando poemas.
Harto de imposiciones familiares, dejó la oficina en la que le habían
puesto a trabajar al abandonar los estudios y huyó a Boston.
Escritor incomprendido
Mucho se ha dicho de la relación de Poe con el alcohol, y lo cierto es que
fue una bomba de relojería para su débil corazón y agudizó sus crisis nerviosas
y depresiones. De los 18 en adelante, la vida de Poe basculó entre la
genialidad y la locura, el póquer y las deudas, condenado a vivir con lo justo.
Gracias a la ayuda de pequeñas imprentas y de amigos del Ejército –del que fue expulsado en 1831 por mala conducta–, pudo publicar sus primeros libros delírica, como Tamerlán y otros poemas, aunque al poco
tiempo abandonó este género para rendirse ante las ventajas del relato corto, mucho más rentable. El autor elevó las posibilidades del cuento al infinito y
reinventó la novela detectivesca, cuya patente explotaron después autores como Arthur Conan Doyle. El láudano, un sedante
para el dolor de muelas, y sus visitas a tabernas colaboraron en el imaginario colectivo con el morbo y la curiosidad, hasta que se terminó adjudicando a Poe
el papel de intelectual maldito.
Surge la leyenda
Así creció la leyenda negra forjada por biógrafos y detractores. Sus escudos protectores en vida fueron su tía Clemm y su prima Virginia, que le seguían allá donde fuese. Ellas fueron su blindaje contra la soledad y las tentaciones alcohólicas, porque, como decía de él Julio Cortázar, “el más solitario de los hombres no sabía estar solo”. Virginia se convirtió en su esposa con apenas 14 años, aunque en el registro civil constara que tenía 21.
En el terreno periodístico el escritor no tuvo compasión. En sus críticas literarias abría en canal sin reparos y se negaba a asociar buenos libros con valores puritanos. Esto le valió enemigos acérrimos. Sus artículos multiplicaban la tirada de las revistas y enriquecían a los editores, mientras él percibía un sueldo mísero. Sus cuentos veían la luz con asombrosa proliferación, aunque su gran sueño nunca se materializó: fundar su propia revista.
Aun así, en 1844, en las afueras de Nueva York, surgió El cuervo, la
obra que permitió a Poe poner un dedo en el cielo. Desde entonces, el poema fue
celebrado y recitado en todos los círculos literarios del mundo anglosajón,
aunque el escritor continuara siendo poco valorado.
Poe no pudo saborear sus éxitos mucho tiempo. La tuberculosis se llevó a
Virginia, y su muerte representó un duro golpe para él. Cuando parecía
recuperado y se disponía a contraer un nuevo matrimonio con Elmira Royster,
enlace que podía abrirle las puertas de la alta sociedad, sufrió una
última recaída que le arrastró definitivamente al delirio. Lo encontraron
desaliñado, sumido en sus fantasmas, en una taberna donde los partidos
políticos invitaban a beber a los pordioseros a cambio de votos. Murió
pocos días antes de su boda en un hospital de Baltimore. Sus últimas palabras
fueron: “Que Dios ayude a mi pobre alma”.(Revista Historia y Vida)
Precisamente poco
antes de su muerte se publicó este enigmático poema titulado «A dream within a dream», del que os mostramos
la versión original y su traducción.
A DREAM WITHIN A DREAM
Take this kiss upon the brow!
And, in parting from you now,
Thus much let me avow —
You are not wrong, who deem
That my days have been a
dream;
Yet if hope has flown away
In a night, or in a day,
In a vision, or in none,
Is it therefore the less gone?
All that we see or seem
Is but a dream within a dream.
I stand amid the roar
Of a surf-tormented shore,
And I hold within my hand
Grains of the golden sand —
How few! yet how they creep
Through my fingers to the
deep,
While I weep — while I weep!
O God! Can I not grasp
Them with a tighter clasp?
O God! can I not save
One from the pitiless wave?
Is all that we see or seem
But
a dream within a dream?
UN SUEÑO DENTRO DE UN SUEÑO
¡Toma este beso en tu frente!
Y, ahora despidiéndome de ti,
Así mucho tengo que confesar—
No está equivocado, quien estima
Que mis días han sido un sueño;
Aún si la esperanza se ha volado
En una noche, o en un día,
En una visión, o en ninguna,
¿Es por eso menor la ida?
Todo lo que vemos o parecemos
Es solo un sueño dentro de un sueño.
Me paro entre el rugido
De una orilla atormentada por las olas,
Y tengo dentro de mi mano
Granos de la dorada arena—
¡Cuán pocos! aun como se arrastran
A través de mis dedos a lo profundo,
Mientras lloro-¡mientras lloro!
¡Oh Dios! ¿no puedo asirlos
Con más fuerza?
¡Oh Dios! ¿no puedo salvar
Uno de la despiadada ola?
¿Es todo lo que vemos o parecemos
Solo un sueño dentro de un sueño?
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