En La Conjuración de las palabras (escrito en abril de 1868),
Benito Pérez Galdós nos cuenta la rebelión de las palabras de la lengua
española, considerándose maltratadas por los autores.
EL EJÉRCITO DE LAS PALABRAS
" Érase un gran edificio llamado Diccionario
de la Lengua castellana, de tamaño tan colosal y fuera de medida, que, al decir de los cronistas, ocupaba casi cuarta parte
de una mesa, de estas que, destinadas a varios usos, vemos en las casas de los
hombres. Si hemos de creer a un viejo documento hallado en viejísimo pupitre,
cuando ponían al tan edificio en el estante de su dueño, la tabla que lo
sostenía amenazaba desplomarse, con detrimento de todo lo que había en ella.
Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro
jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía un ancho cuartel con
doradas letras, que decían al mundo y a la posteridad el nombre y significación
de aquel gran monumento.
Por dentro era un laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara. Dividíanlo hasta seiscientas paredes de papel con sus números llamados páginas. Cada espacio estaba subdivido en tres corredores o crujías muy grandes, y en estas crujías se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos o novecientos mil seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras.
Por dentro era un laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara. Dividíanlo hasta seiscientas paredes de papel con sus números llamados páginas. Cada espacio estaba subdivido en tres corredores o crujías muy grandes, y en estas crujías se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos o novecientos mil seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras.
[…] Una mañana sintiose gran ruido de
voces, patadas, choque de armas, roce de vestidos, llamamientos y relinchos,
como si un numeroso ejército se levantara y vistiese a toda prisa,
apercibiéndose para una tremenda batalla. Y a la verdad, cosa de guerra debía
de ser, porque a poco rato salieron todas o casi todas las palabras del
Diccionario, con fuertes y relucientes armas, formando un escuadrón tan grande
que no cupiera en la misma Biblioteca Nacional. […]
Magnífico y sorprendente era el
espectáculo que este ejército presentaba […]. Delante marchaban unos heraldos
llamados Artículos, vestidos con magníficas dalmáticas y cotas de finísimo
acero: no llevaban armas, y sí los escudos de sus señores los Sustantivos, que
venían un poco más atrás. Éstos, en número casi infinito, eran tan vistosos y
gallardos que daba gozo verlos. […]
Junto a los Sustantivos marchaban los
Pronombres, que iban a pie y delante, llevando la brida de los caballos, o
detrás, sosteniendo la cola del vestido de sus amos, ya guiándoles a guisa de
lazarillos, ya dándoles el brazo para sostén de sus flacos cuerpos, porque, sea
dicho de paso, también había Sustantivos muy valetudinarios y decrépitos, y
algunos parecían próximos a morir. También se veían no pocos Pronombres
representando a sus amos, que se quedaron en cama por enfermos o perezosos, y
estos Pronombres formaban en la línea de los sustantivos como si de tales
hubieran categoría.
Detrás venían los Adjetivos, todos a pie;
y eran como servidores o satélites de los Sustantivos, porque formaban al lado
de ellos, atendiendo a sus órdenes para obedecerlas. Era cosa sabida que ningún
caballero Sustantivo podía hacer cosa derecha sin el auxilio, de un buen
escudero de la honrada familia de los Adjetivos; pero éstos, a pesar de la
fuerza y significación que prestaban a sus amos, no valían solos ni un ardite,
y se aniquilaban completamente en cuanto quedaban solos. […]
Como a diez varas de distancia venían los
Verbos, que eran unos señores de lo más extraño y maravilloso que puede
concebir la fantasía.
No es posible decir su sexo, ni medir su
estatura, ni pintar sus facciones, ni contar su edad, ni describirlos con
precisión y exactitud. Basta saber que se movían mucho y a todos lados, y tan
pronto iban hacia atrás como hacia delante, y se juntaban dos para andar
emparejados. Lo cierto del caso […] es que sin los tales personajes no se hacía
cosa a derechas en aquella República, y, si bien los Sustantivos eran muy
útiles, no podían hacer nada por sí, y eran como instrumentos ciegos cuando
algún señor Verbo no los dirigía. Tras éstos venían los Adverbios, que tenían
cataduras de pinches de cocina; como que su oficio era prepararles la comida a
los Verbos y servirles en todo. Es fama que eran parientes de los Adjetivos,
como lo acreditaban viejísimos pergaminos genealógicos, y aun había Adjetivos
que desempeñaban en comisión la plaza de Adverbios, para lo cual bastaba
ponerles una cola o falda que, decía: mente.
Las Preposiciones, eran enanas; y
más, que personas parecían cosas, moviéndose iban junto a los Sustantivos para
llevar recado a algún Verbo, o viceversa. Las Conjunciones andaban por todos
lados metiendo bulla; y una de ellas especialmente, llamada que, era el mismo
enemigo y a todos los tenía revueltos y alborotados, porque indisponía a un
señor Sustantivo con un señor Verbo, y a veces trastornaba lo que éste decía,
variando completamente el sentido. Detrás de todos marchaban las
Interjecciones, que no tenían cuerpo, sino tan solo cabeza con gran boca siempre
abierta. No se metían con nadie, y se manejaban solas; que, aunque pocas en
número, es fama que sabían hacerse valer.
De estas palabras, algunas eran
nobilísimas, y llevaban en sus escudos delicadas empresas, por donde se venía
en conocimiento de su abolengo latino o árabe; otras, sin alcurnia antigua de
qué vanagloriarse, eran nuevecillas, plebeyas, o de poco más o menos. Las
nobles las trataban con desprecio. Algunas había también en calidad de
emigradas de Francia, esperando el tiempo de adquirir nacionalidad. Otras en
cambio, eran indígenas hasta la pared de enfrente, se caían de puro viejas, y
yacían arrinconadas, aunque las demás guardaran consideración a sus arrugas; y
las había petulante, y presumidas, que despreciaban a las demás mirándolas
enfáticamente."
1 Enumera las clases de palabras que se
citan en el texto. ¿Dónde encuadrarías los determinantes? ¿Por qué crees que no
se citan? Justifica tu respuesta.
2 ¿Por qué crees que los artículos son los
heraldos de los sustantivos? Explica cuál es su función.
3 ¿Por qué crees que los sustantivos eran
"en número casi infinito"?
4 ¿Qué quiere decir el texto con que “Era
cosa sabida que ningún caballero Sustantivo podía hacer cosa derecha sin el
auxilio, de un buen escudero de la honrada familia de los Adjetivos”?
5 ¿Por qué crees que de los verbos es
imposible “decir su sexo, ni medir su estatura, ni pintar sus facciones, ni
contar su edad, ni describirlos con precisión y exactitud”?
6 ¿Cómo se expresa la importancia del
Verbo?
7 ¿Por qué los adjetivos y los adverbios
son parientes? ¿A qué tipo de adverbios se refiere el texto para
ejemplificarlo?
8 ¿Qué quiere decir que las preposiciones
llevan recado del Sustantivo al verbo o viceversa?
9 ¿Qué significa que la Interjecciones no tenían "sino tan solo cabeza con gran boca siempre abierta"? ¿Y que"sabían hacerse valer"? Pon ejemplos de interjecciones.
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